Caracas, 10 de junio de 2016
Lecciones económicas se pueden apreciar a lo largo de la historia. Para el siglo III y IV el Imperio Romano de occidente, en cabeza del Emperador Diocleciano, conoció una de sus últimas grandes reformas estructurales. Ante la influencia del cristianismo y la avanzada de los bárbaros, no quedó de otra que la aplicación de un paquetazo, pero en este caso, nada de neoliberal.
El papel del Estado en la economía siempre ha sido algo controversial. ¿Hasta que punto el Estado debe de participar?, ¿Cuál es su alcance y limitación? Ni un Estado depredador ni un capitalismo salvaje han demostrado ser la solución. El Estado debe tener un rol importante: regir, velar y estipular las normas de juego. Hemos aprendido, por las malas, que la economía sola -sin parámetros- genera un colapso en el sistema. Por eso hacerse ciegos ante este espectro no será, jamás, la mejor opción.
Sin embargo, un intervencionismo extremo tampoco ha arrojado los mejores resultados. La era dorada del Imperio Romano se dio bajo una imagen de libre mercado –con sus características particulares de la época-. En su decadencia se buscó un control excesivo de la economía, fijando precios, estableciendo controles y, léase bien, emitiendo un edicto que establecía los precios máximos; la bisabuela de nuestra Ley Orgánica de Precios Justos.
No hay que estudiar la historia para saber las consecuencias. Las mismas las estamos viviendo actualmente en Venezuela.
Este edicto, lo único que logró, fue crear una fuerza de contrabandistas (los bachaqueros del siglo III) que, ante una ridícula distorsión en los precios, contrabandearon, a diestra y siniestra, productos por todo el mediterráneo.
La Sundde ha buscado, desesperada, la desarticulación de estos mercaderes ilegales subiendo más y más los precios de los productos regulados. Sin embargo, no se dan cuenta que la subida de precios nada va a resolver. Mientras exista la imposición de precios, ceteris paribus, habrá contrabando y escases.
Sin embargo, esto no sería problema, si nuestros legisladores –o nuestros economistas de entonces (por así llamarlos porque el gabinete de la época carecía de alguno)- hubiesen leído un poco de historia –o hubiesen estudiado economía- ya que habrían podido predecir las evidentes consecuencias.
En estos momentos me es imposible no recordar a Marx: “La historia se repite primero como tragedia y después como comedia”. Adivinen en que parte nos encontramos.
La ley de precios justos es la ley más injusta de todas. Y bien lo sabe el gobierno nacional. Considerando que antes no le había importado ganarse un 1750% ($140 x barril) por el crudo y ahora anda protestado porque ganarse tan solo un 375% ($30 x barril) lo considera injusto. Que doble moral tan interesante, si aplicáramos esa ley, aparte de carácter orgánico, a todo, deberíamos conformarnos con un barril a $10,4 e ir a llorar pal valle.
Nelson Totesaut Rangel
@NelsonTRangel
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