Caracas, 17 de junio de 2016
En un mundo digitalizado, en donde dependemos de una pantalla táctil y nada que no esté enchufado posee valor. Una contradicción tecnológica se vuelve en una contradicción existencial. Un pequeño mensaje errado –o glitch como se le conoce en inglés- puede confundirnos y llevarnos al borde de la locura.
El día que entró en vigencia la nueva hora, precavido como siempre, procedí a reajustar todas mis alarmas a la nueva realidad. Sin embargo, contento de que la tecnología formase parte de mi vida, asumí que los relojes de las computadoras, celulares y cualquier medio digital, procederían a estabilizarse automáticamente. “¡La tecnología es un alivio!” pensé, le quita cargas al hombre y le ayuda a simplificar su vida y a dedicarse a lo verdaderamente importante: el ocio.
La rectificación de la hora había sido un éxito. La luz no salía de madrugada y no oscurecía a la hora de almuerzo. Entonces, podía proceder con mi vida verdaderamente feliz; porque soy de aquellas personas que le importan las banalidades como la luz solar, y de los ingenuos que piensan que es media hora que le quitan a la noche y a los maleantes que la asechan. Sin embargo, me percaté de un disgusto, el reloj de mi computadora estaba en desorden. De hecho, maniático de la puntualidad, llegué con retraso a mis compromisos el primer día de estreno de hora por fiarme en el reloj digital y no en el analógico que cuelga de la pared.
Si antes sentía que el mundo iba por un lado y nosotros por el otro (…) pues ahora es imposible no notarlo.
No importa, era de esperarse que el ente regidor del horario mundial demorara un par de días en reconocer que Venezuela tenía un nuevo huso horario. Ahora, sólo había que esperar que el Observatorio Cagigal actuara y le enviara la autorización global a las compañías satelitales para que pudieran establecer todos los equipos a la hora real. Cosa que no ha terminado de ocurrir…
Si antes sentía que el mundo iba por un lado y nosotros por el otro –y con esto no me refiero solamente a la inflación-, pues ahora es imposible no notarlo. Es absurdo pensar que después de casi dos meses el problema persista. ¿Qué otro trabajo tiene el Observatorio Cagigal? Algunos creerán que la impuntualidad me ha hecho delirante y es obra de mi imaginación que los números se expresen de forma errónea; pues no es así. El problema persiste y ha tardado muchísimo en corregirse. A diferencia del convencional reloj, la hora en estos medios se adapta de forma automática por medio de la ubicación geo satelital. Es decir, la única solución pareciera ser reubicarse a un país que comparta nuestra posición de acuerdo al meridiano de Greenwich, UTC-4:00, Q; o estar llamando al 119 como se estilaba en el paleolítico.
Lo que inició como una bendición se ha convertido en una calamidad. El mundo nos sigue viendo con atraso. Corremos desesperados tratando de alcanzarlos, no aceptan que estemos haciendo lo posible, así sea simbólicamente y por medio del reloj.
Nelson Totesaut Rangel
@NelsonTRangel
ntotesaut@sincuento.com