Caracas, 8 de julio de 2016
Los momentos de crisis llaman a la reestructuración del modelo vigente. Si el modelo sirviera, no estaríamos en crisis. Una verdadera perogrullada.
El gran enemigo de la Revolución Bolivariana no se encuentra disfrazado de Oso blanco ni tampoco ubicado del otro lado del Continente. Tampoco está vestido de culicidae o de alguna otra especie de insecto que atente contra la salubridad del pueblo. Entiéndase de una vez, el gran enemigo no es una oposición apátrida o unos empresarios malévolos. El enemigo no se encuentra en los vestigios de la Guerra Fría ni tampoco en los “jóvenes” de la generación del 28. El enemigo es el legado; el legado de Chávez.
Como Chávez es el enemigo de la Revolución, la Revolución es el enemigo de Chávez.
El peligro con las adoraciones excesivas se genera cuando su aplicación se vuelve impráctica. Chávez, en vida, tuvo que rectificar miles de veces en torno a su política debido a resultados poco satisfactorios. Al morir, no existe un ente corrector legitimado que pueda “contradecir” lo que dictó este individuo divinizado. El líder de la Revolución Bolivariana estaba consciente de no tener el conocimiento absoluto, es por ello que la “autocrítica”, fue parte importante de su discurso a lo largo de la segunda mitad de su gobierno. Pese a los incontables intentos del gobierno actual de mostrar la política de Chávez como la única vía a la salvación humana, se malinterpreta el verdadero contenido de su obra y se piensa que, autocrítica es violentar la memoria de Chávez, cuando eso sólo pretende evaluar la aplicación del Legado y no el Legado en sí. El Legado está mal aplicado. Su aplicación se debe dar por medio de Principios. Las normas emanadas de Chávez deben ser flexibles ante una sociedad y una economía cambiante de la que él ya no forma parte. Es ridículo permanecer en la miseria por considerar cualquier cambio estructural como un atentado a la memoria del Supremo Líder. El Plan de la Patria es vendido como un “testamento” político, es decir, se debe cumplir a cabalidad, sin importar si sus resultados son o no favorables. ¿Cómo aplicamos dogmáticamente unas reglas sin evaluar su impacto? Ya lo hicimos y no sirvió. Entonces, manteniendo los principios chavistas –soberanía, independencia, justicia social, etc.-, debemos de modificarlas.
Un ejemplo de rectificación, por más tonto que sea, fue el cambio del huso horario. 10 años estuvo Venezuela sumergida media hora en el pasado, sin embargo, movimos la aguja y nos dimos cuenta de que seguimos siendo tan soberanos como 30 minutos atrás.
Lamentablemente no se ha hecho la misma rectificación en torno a nuestra economía. Seguir enfrascados dogmáticamente en las normas que legó Chávez es no superar la crisis, y su acentuación va a terminar acabando con su memoria. Como Chávez es el enemigo de la Revolución, la Revolución es el enemigo de Chávez. Si seguimos por esta vía no habrá legado que salvar y si Chávez estuviera vivo habría sabido reconocer los errores políticos y emplear las medidas adecuadas; porque él si supo hacerse de un legado y llevarlo al sentido práctico: el de Bolívar.
Nelson Totesaut Rangel
@NelsonTRangel