Caracas, 15 de julio de 2016

 

 

El debate actual parece girar en torno a dos propuestas: la continuación de lo viejo o la implementación de lo nuevo. Nada más subjetivo que esto…

Ninguna sociedad crece ignorando su pasado

¿Qué tiempo ha de pasar para que algo sea considerado viejo? Estoy seguro de que el parámetro, al menos mundial, no es el que empleamos en Venezuela. Aquí, en la patria nueva, los periodistas cumplen el rol de historiadores. No es necesario revisar los Archivos de la Academia Nacional de la Historia, la gente se instruye –en esta ciencia- con la pura prensa. Leer el periódico es leer la historia, Kapuściński estaría orgulloso de esta falacia. ¡Que falta de memoria representa esto! Ninguna sociedad crece ignorando el pasado; ninguna sociedad empieza de cero ignorando sus cimientos. Mientras creemos que “nos la estamos comiendo”, yendo “rapidísimo” tumbando estatuas, no percatamos que rápido si vamos, pero al precipicio como nación. Le damos a “lo viejo” una doble interpretación. Una de carácter semántico: “lo viejo” es todo lo asociable con la obsolescencia. La otra de carácter temporal: “lo nuevo” se hace viejo tan rápido que es imposible llevarle el paso.

         “Lo viejo” es malo y detestable. ¡Que intolerante “lo viejo”! Cuando el Presidente Chávez llegó al poder rompió lazos con la historia inmediata. Se casó con el siglo XIX y condenó al XX. La “evolución” se estancó agregándole una R y partiendo desde 0; una vez más.

La oposición propone lo mismo. Tumbar todo lo anterior y establecer algo nuevo. No sólo acabar con la revolución, sino también con los gobiernos anteriores a ella. La campaña difamatoria ha sido tan fuerte que la oposición tuvo que romper lazos con sus padres ideológicos para evitar inmolarse en el calor político.

         Sin memoria no hay historia y sin historia no hay avance. Si seguimos anhelando “lo nuevo” y detestando “lo viejo” jamás nos encarrilaremos hacia el progreso. El progreso se da con los años. Los países más desarrollados son aquellos que no se han peleado con su historia; las sociedades reconocen lo anterior y siguen a partir de ahí. Son pragmáticos, no se estancan en tonteras. Ahí están los Japonenses –por dar cualquier ejemplo- como segunda potencia mundial, habiendo superado el terrible imperialismo y no sesgados por el rencor –que les costó dos ciudades-. También los chinos, a quienes les da igual con que ideología los asocien. El mundo llama a esto, el pragmatismo, la adaptación a lo necesario y la evolución a partir de algo.

Debemos anhelar a ser viejos y aprender de nuestra historia. Recuerdo Cien años de soledad en donde García Márquez afirmaba que “la infancia era un período de insuficiencia mental”. ¡Más de acuerdo no puedo estar! Venezuela es un niño. Un niño que cada vez que quiere madurar, cercenamos sus posibilidades y lo encadenamos a la caverna. El mito no es superado, sin memoria nada de esto es posible. Salgamos de nuestra minoría de edad, restablezcamos nuestras relaciones con Clío, que el mundo “adulto” está cansado de vernos como lo que verdaderamente somos: un niño tonto.

Nelson Totesaut Rangel

@NelsonTRangel

ntotesaut@sincuento.com