Caracas, 5 de agosto de 2016

 

 

¿Mientras todos jugamos, quién se encarga de gobernar?

Recuerdo a Eduardo Galeano cuando aseveraba que Hugo Chávez había sido el único Presidente que ha puesto su cargo a la orden. Esto responde a algo: sólo Chávez podría sobrevivir una auditoría, salir ileso y aumentar su popularidad con ello. A los mortales el poder los desgasta; y casi de forma instantánea. El revocatorio es una figura nefasta que sólo genera condiciones adversas a la democracia y gobernabilidad. Tres de los motivos son:

La implementación de políticas erradas. En Venezuela se cree –erradamente- que los buenos cambios son los que se generan de forma inmediata. Con la inercia no simpatizamos, estamos preparados para la turbulencia política, no estamos acostumbrados a que las condiciones prevalezcan y el “status quo” no es más que una extrañeza. Sin embargo, las mejoras en las condiciones se dan aplicando la medicina y esperando su efecto. Se debe dar tiempo al paciente para que reaccione antes de cambiar el récipe. Somos altamente impacientes, no damos tiempo de gobernar con prudencia y, con la amenaza del revocatorio, promovemos una hiperinflación política sólo para alentar alguna actuación; que probablemente sea errada. Además, lo más preocupante del caso, las políticas adecuadas no son las más “populares”. Es por ello, que promovemos la ineficiencia por medio de políticas carnavalescas; causan euforia pero por poco tiempo.

La debilidad institucional. Recuerdo al Profesor Rogelio Pérez Perdomo cuando comentaba que una constitución débil –a su juicio- era aquella que puede ser modificada. No en vano, en Venezuela hemos tenido más de dos decenas de constituciones, demostrando la debilidad institucional –histórica- de nuestro país. Podemos extrapolar la idea a este contexto haciendo un silogismo lógico. La estabilidad es garantía de orden y el orden garantía de progreso. “Orden y progreso” son las máximas del positivismo a las cuales debemos aspirar. Un Presidente “endeble” da apertura a la anarquía y con esto a la mala gobernabilidad.

La perpetua elección. Errado es pensar que el exceso electoral es sinónimo de bienestar democrático. Los focos se direccionan a la importancia electorera y no a la gobernabilidad. La aspiración al poder se queda sólo en eso: una aspiración. El medio, la elección, se vuelve un fin; y el verdadero fin, gobernar, pasa a ser el nuevo medio. Nos encarrilamos en un ciclo interminable de fiesta electoral en donde la importancia cenital cambia. Ya nadie piensa en ganar para gobernar sino en ganar para luego tener que volver a ganar. Todo el mundo festeja y compite en lo que se cree que es un juego sano y nos olvidamos que dejamos atrás a un país desatendido por todos aquellos que no salen de la eterna disputa; que parece nunca acabar.

Las condiciones del revocatorio no fueron bien pensadas. Más que una figura democrática promueve la inestabilidad constitucional, alienta la demagogia y nos sumerge en una eterna ilusión que impide la toma correcta de decisiones. Entonces, ¿mientras todos jugamos, quién se encarga de gobernar?

 

Nelson Totesaut Rangel

@NelsonTRangel

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