Caracas, 12 de agosto de 2016

 

 

 

Durante la época del Imperio Romano se formó una guardia élite para cuidar al Emperador y velar por los asuntos internos de la misma metrópolis. Siendo la misma distinta al ejército convencional, la Guardia Pretoriana, era una suerte de policía militar que, poco a poco, fue influyendo cada vez más en la razón de Estado. De hecho, lo que empezó como una idea de estabilidad, se desvirtuó al punto de que el pretorianismo es empleado hoy en día como una suerte de secuestro militar de orden interno.

 ¿Cómo se llega a esto? Otorgando cada vez más potestades a quien posee las armas.

Sea o no sea un tema de nuestro interés, es uno digno de advertir. A la Guardia Pretoriana se le otorgó demasiado poder, influyendo así directamente en la elección de los propios Emperadores. Más bien, si un Emperador se alejaba del hilo estipulado por su Guardia Pretoriana, podía estar seguro que iba a encontrar asilo junto a Plutón.

Entonces, la fuerza castrense, pensada en un principio para motivos de defensa y no de seguridad -haciendo la aclaratoria de que defensa es lo externo y seguridad lo interno-, pasa a jugar un rol interméstico, en donde la línea se vuelve difusa y el militarismo se apodera del Estado.

 ¿Cómo se llega a esto? Otorgando cada vez más potestades a quien posee las armas. La advertencia es necesaria ya que la Fuerza Armada, a diferencia de cualquier fuerza de orden político, está, como lo dice su nombre, armada. Resulta entonces injusto tratar de jugar bajo las mismas condiciones cuando unos tienen la potestad de maniobrar rifles y tanques y los otros gozamos nada más de las retórica y el discurso.

Me pregunto cada vez más si Venezuela está –o está cerca- de un secuestro pretoriano. ¿El Presidente de la República –Comandante en Jefe- está secuestrado? ¿Es por ello que la toma de decisiones no se da? Ya que si se separa de la línea emanada por su Guardia ¿gozará del mismo fin que Calígula y vendrá entonces un Claudio puesto a dedo por los hombres en armas?

Todas estas incógnitas son difíciles de evaluar, únicamente con una vista interna podríamos conocer el problema Pretoriano –o no- del Estado.

Por otro lado, ¿el tener una policía militar (Guardia Nacional) y unos militares políticos, a quienes se les otorgan las mismas –o mayores- potestades que a los civiles en el campo de lo civil, no es fomentar la creación de una Guardia Pretoriana? Me parece que la prorrogada exposición del mundo castrense activo a la vida política de la nación, no genera más que la ambición que todo humano tiene y que se hace de sus recursos para conseguir: el poder.

 Puede que sea paranoia mía el no poder ver la distinción entre lo civil y lo militar. Yo solo rezo por no tener que llegar al punto de necesitar a un Constantino que acabe con algo que –creo yo- aún no se ha dado: un secuestro pretoriano.

 

Nelson Totesaut Rangel

@NelsonTRangel

ntotesaut@sincuento.com