Caracas, 2 de diciembre de 2016

 

 

“Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador”. Dicho pensamiento, cuyo autor realmente desconozco, nos refleja el área subjetiva que implica ser historiador. La historia, vista como el estudio analítico del pasado, resulta una de las ciencias más elevadas del pensamiento humano. Ella nos hace conocer lo sucedido, brindar un criterio, eximir responsabilidades y catalogar lo que se considera importante. Esta magna tarea ya no es perteneciente a Clío. Desde Tucídides (o Heródoto), reposa en los hombres que le dedican su vida a valorar los hechos pasados para ponderarlos objetivamente.

Por su parte, la historia presente, es inenarrable por el historiador. Puesto el mismo ha de desligarse de las consideraciones subjetivas de su entorno para poder dar un punto de vista objetivo de lo acontecido. Es por ello que, humildemente, le toca a servidores como el vuestro, brindar una consideración actual sin pretender robarle el escenario a quien vendrá a deleitarnos con su prosa narrativa. Sin embargo, ilustres del oficio, tales como Ryszard Kapuściński, argumentarán que este oficio consigna el título de historiador del presente.

Estemos o no de acuerdo con el polaco, lo que se quiere inferir es que la historia de lo actual será juzgada acertadamente por el hombre del futuro. Y lo demás descrito sólo será considerado conociendo las limitaciones del caso.

Habiendo dicho esto, sólo se quiere hacer una pequeña observación sobre el ícono del momento: Fidel Castro. Dicho personaje, objetivamente, pasó a la historia. ¿Por fama o infamia? Al respecto se deben de tomar en cuenta dos consideraciones:

Considero, pues, que la mitificación del personaje se dio por haber sido capaz de luchar contra Polifemo

  • Solidaridad y reconocimiento por parte de Jefes de Estado. Ha sido abrumador el consenso por parte de los cabecillas de los países en manifestar el reconocimiento hacia uno de los últimos baluartes de la guerra fría. Se podría decir, sin temor a equivocarse, que aquellos que poseen una posición vinculante han expresado una admiración cuasi unánime por la vida del revolucionario.
  • Presencia internacional de la “islita”. La sobrevaloración de Cuba, generada por la Revolución de Fidel, ha hecho que un pequeño territorio (poco más de 100.000km2) sea tópico diario en el panorama mundial. La reunión Raúl Castro – Barack Obama pareció un encuentro de potencias. Algo así como Kennedy – Khrushchev o, incluso, una neo Conferencia de Yalta que buscaba poner fin al último vestigio de la guerra fría.

Considero pues, que la mitificación del personaje se dio por haber sido capaz de luchar contra Polifemo, una hazaña similar a la de Odiseo; con la diferencia que no lo venció por K.O., sino que aguantó hasta que el adversario se rindió. El cíclope (en pleno conflicto ideológico) brindó duros derechazos en contra de aquel adversario de menor alcurnia, por lo que se creó una imagen de baluarte de los ideales antiimperialistas, que buscó romper con el status quo, en un momento en que nadie se atrevió; o logró.

Sea éste el motivo por el cuál Castro sea afamado por (casi todos) los mandatarios mundiales, evidencia que él mismo fue absuelto por la historia presente. Y, pese a que sus hazañas sean juzgadas como glorias pasadas, el haber muerto en la cúspide del poder le brinda a un individuo ventaja sobre su procesión. Es por ello que sólo los verdaderos historiadores, que nacerán en un mundo sin Castro, serán capaces de juzgar su vida y confirmarán su posición en el plano terrenal.

Por su parte, para aquellos que vivimos durante este período histórico, nos quedará simplemente conjeturar, puesto la historia es un arte que se escribe en el futuro para hablar sobre un pasado que nunca fue vivido.

 

Nelson Totesaut Rangel

@NelsonTRangel

ntotesaut@sincuento.com