Caracas, 8 de enero de 2017
Me gustaría empezar el año con una reflexión anecdótica. Puede que la misma radique en la paranoia mía, la cual ha demostrado crecer en los últimos años. O, peor aún, surja de una realidad preocupante que retorna con fuerza, viendo la debilidad de una sociedad de indiferentes.
A finales del año pasado me dirigí a ver el documental “CAP 2 intentos”. Pintan al ex presidente Carlos Andrés, como aquel griego que emprende el viaje del héroe. Primero, es llamado a la aventura (la política). Luego se encuentra con su mentor (Betancourt). Más tarde conoce su apoteosis en su primera presidencia. Por último, resucita para la segunda, llegando con el “elixir del conocimiento” a modificar los errores cometidos durante su primer mandato. En el mismo orden de lo mitológico, podemos agregar que el retorno del héroe, más que glorioso, fue trágico. Y en vez de una segunda apoteosis, la obra representará –para el individuo- una tragedia; en este caso, una tragedia criolla.
* Para los griegos, significaba aquel proceso de formación constante; desde la infancia hasta la muerte. Describía a una sociedad.
Por su parte, el petróleo será visto como lo que es: aquel titán que –tarde o temprano- devora a sus hijos. Así es, la personificación de Crono, en nuestra historia, está pintada de negro y yace en el subsuelo. Ya que la misma despierta aquella hybris, que nos hace festejar desenfrenados, viviendo una realidad que creemos no va a acabar. Y, de golpe, el volátil precio del rubro se desploma, pagando nosotros el despilfarro que nos generó una realidad ficticia, de fiesta eterna. Esta es la historia de nuestro fatalismo griego (o criollo), el mismo que está reflejado en el documental de Oteyza, el cual recomiendo ir a ver, a sabiendas que no es una comedia, puesto aquí confabulan perfectamente lo apolíneo (la racionalidad) con lo dionisíaco (las pasiones), dándonos a entender que se trata de cualquier otra tragedia.
En fin, volviendo a lo anecdótico del asunto, no ha de impresionar que, aquellos que fuimos a ver dicho documental, no llegábamos a los dos dígitos. La sala de cine contenía individuos que vivieron los hechos que narraba la película y fueron a recordar aquellos tiempos. De hecho, al culminar el documental, se nos acerca uno de los integrantes de la sala, preocupado, (por supuesto) incitándonos a promover la presencia de la juventud, puesto carece injustamente de público.
Sin embargo, la mayor sorpresa no fue ver la sala vacía -ya que la crisis es tan flexible y transversal que sirve para explicarlo todo-, sino el haber entrado, inmediatamente después, a ver una película de vampiros, no antes teniendo que hacer una larga cola, puesto la sala no se daba abasto de tantos espectadores interesados en ver la exageración de Hollywood (y la prostitución del Conde de Transilvania). En la película se encontraban todas las edades conglomeradas. No sólo niños, quienes por motivos lógicos preferirán esta animación a nuestra cruda historia real (que bastante más terrorífica es, debo agregar). Sino adultos jóvenes, no tan jóvenes y personas de la tercera edad. Todos encantados por la banalidad del largometraje, que bien entretenido era, pero nada de cultural.
El impacto del contraste es difícil de expresar. Ambas películas las vi con una hora de diferencia y la comparación era abismal. Es evidente que con Hollywood no se puede competir, pero la situación va más allá de eso. El desinterés de una sociedad por su historia es uno de los principales ingredientes para su continuo fracaso. Al final, cabe preguntarse al respecto: ¿es la clase política responsable de esta indiferencia? ¿Qué grado de responsabilidad tiene la misma? O, simplemente, es condición del ananké (destino) el cual, como creían los mismos griegos, es una fuerza superior a nosotros mismos y nos hace caer en esta perpetua ignorancia, producto de nuestra indiferencia ante la historia.
Sea cual sea el caso, se debe alentar a la mayor producción como la de Oteyza, ya que representan una contribución importante a nuestra psique (alma) en ese proceso de formación constante de nuestra paideía.
Nelson Totesaut Rangel
@NelsonTRangel