Caracas, 10 de febrero de 2017

 

 

Leía, hace unos días, que Suecia era el país pionero en la eliminación del dinero en efectivo. Buscan deshacerse del papel moneda para migrar completamente al comercio electrónico, ya que algunos consideran al primero, como un medio arcaico e impráctico. Estoy seguro de que el reportaje no consideró el caso venezolano, puesto aquí se habrían topado con la sorpresa de que el efectivo se eliminó de facto, y la sociedad migró solita al comercio electrónico, sin mayor intervención del Estado o –como el caso sueco- sin el invento de algún emprendedor particular.

De hecho, aquí muchos de los cambios se dan de esa manera: bruscamente. La población busca reinventarse ante la falta de respuesta eficiente por parte del órgano gubernamental. Es decir, si no hay billete buscaremos otras opciones; total, es producto de nuestra supervivencia adquirida el saber subsistir las calamidades que se nos presentan. Puesto que, la guerra económica (o la economía de guerra) ha sido inclemente y hemos tenido que reinventarnos en el camino para, si quiera, sobrevivir a ella. Por ejemplo, ante la desaparición fortuita del dinero en efectivo y de la operación colchón (la cual implicó salir corriendo a depositar toda la liquidez que poseíamos, puesto saldría de circulación días después), nos bancarizamos en tiempo record. Ahora todos los mercaderes –sean formales o informales- gozan de punto de venta y, sino, seguramente acepten transferencia. Desde un buhonero hasta los parqueros de estacionamiento; un heladero en la calle al igual que un perrero; hasta las masajistas, que te asisten en la playa, aceptan medios de pago electrónicos, lo sé porque me pasó. Es decir, la vieja excusa de “no tengo efectivo” ya no sirve para librarte de cualquier bien o servicio que te quieran ofrecer, puesto todos gozan con vías alternas para concretar el pago.

De la noche a la mañana los venezolanos empezamos a cargar grandes pacas de efectivo para satisfacer la depreciación de la misma.

Volviendo al invento del sueco, recuerdo que representaba una idea pionera para el mundo civilizado. Era una concepción bastante adelantada el pretender deshacerse completamente del papel moneda, sustituyéndolo por un “punto móvil” que sirviese conectándose al celular. Pese a esto, la tecnología tiene sus limitantes. Más allá del costo de transacción que implica la implementación de la misma, es la adaptación social el verdadero reto. Siglos de transacciones por medio del papel, no se esfuman así de fácil. Las personas somos agentes resistentes al cambio, no podemos pretender alterar nuestros patrones de comportamiento de forma inmediata. Sin embargo, aquí se comprobó que no necesitamos de tanta tecnología, ya que no existe principal motor para la innovación que el estrago por sobrevivir. Y si bien de forma ipso facto (por el hecho) no se pueden cambiar las condiciones, implementando medidas ipsu iure (por pleno derecho) se evidencia que los cambios se dan bien rapidito. Es por ello que los suecos tienen todavía mucho que aprender. Si buscan ser exitosos en la migración a las transacciones electrónicas, simplemente deben de darle fecha de caducidad a su cono monetario. A nosotros nos bastó con 72h (y un feriado de por medio) para recolectar casi todo el billullo que estaba en la calle.

En fin, tan rápido salimos del papel moneda, estoy seguro de que volveremos a él. De la noche a la mañana los venezolanos empezamos a cargar grandes pacas de efectivo para satisfacer la depreciación de la misma. Luego, nuevamente, con un abrir y cerrar de ojos, cambiamos nuestros patrones y pasamos a tener nada del mismo. Para, finalmente, aterrizar en la ostentación (paulatina y lenta) de unos billetes de denominación ridículamente alta; si se compara con nuestro anterior cono monetario, o ridículamente baja si lo vemos reflejado ante cualquier otra divisa, pero que bien servirá para simplificarnos la vida y seguir luchando en esta guerra sin cuartel.

 

 Nelson Totesaut Rangel

@NelsonTRangel

ntotesaut@sincuento.com