Caracas, 19 de marzo de 2017
La Revolución Francesa fue uno de los movimientos más importantes de la historia de la humanidad. No constituyó únicamente el cambio en las esferas de poder, sino que su exageración terminó enterrándola junto contra lo que luchó. Fue una Revolución que lo devoró todo: tanto a las clases de poder preexistente, primer y segundo estado, como también a aquella que surge en protesta al antiguo régimen, el tercero. Pese a que su tiempo histórico no fuera largo -poco menos de una década (1789-1799)- acabó con todo lo que encontró a su paso, y los radicales fueron aquellos que la exacerbaron al punto de su sepultura.
El 8 del presente mes celebramos la conmemoración de una maravillosa revolución: el día internacional de la mujer. La festividad surge en honor a un movimiento reivindicatorio por los derechos de quienes fueron, en su tiempo, minorías ignoradas. Sin embargo, el feminismo descontrolado (que no representa a todas las mujeres) se ha apropiado de la gala y la ha transformado en una lucha por la supremacía del género. El intelectual Louis Blanc, fantástico teórico de la Revolución francesa, nos recuerda que los peores enemigos de una revolución son aquellos que la exageran. El feminismo llegó a su propia exageración; desvirtuando lo que alguna vez significó y pariendo ideas que distan mucho de sus luchas iniciales.
El feminismo, como toda revolución, se transformó en aquello que pretendía acabar
Él mismo pasó de ser un ideal de inclusión a un movimiento excluyente. Dícese heredero del “levantamiento de las 20.000” y de la misma Rosa Luxemburgo, no obstante dejara atrás la búsqueda de la igualdad, queriendo ahora posicionar a las féminas en un estadio de privilegios superiores; similar contra el cual lucharon. Una celebración como la del 8/3 es una prueba de ello, ya que sigo sin encontrar en mi almanaque el día en que se nos celebra a nosotros, los hombres.
De la misma forma no encuentro una ley que nos proteja en lo doméstico; puesto que la que existe se titula: Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, y la también pretensión de promulgar una ley que reserve un mínimo de curules parlamentarios a las mujeres, atenta así contra principios democráticos en donde el electorado debería de escoger a su mejor candidato -sea éste hombre o mujer- solo basándose en las capacidades de cada individuo.
El escenario actual no es el del siglo XVIII. En ese entonces se podía hablar de una exclusión sexista. Por ejemplo, la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano generó ciertas reacciones, siendo la más célebre la de Olympe de Gouges, una dramaturga y escritora de panfletos, quien redactase una Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, insistiendo en los estipendios de sus pares:
(…) convencidas de que la ignorancia, omisión o desprecio por los derechos de la mujer son las únicas causas de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos (…) en consecuencia, el sexo que es tan superior en belleza como lo es en coraje durante los sufrimientos de la maternidad, reconoce y declara en la presencia y bajo los auspicios del Ser Supremo, los siguientes derechos de la mujer y la ciudadana.
De esta forma empieza la declaración, demostrando aquel tipo de lucha originaria y no lo que hoy en día reclama cosas como el posicionamiento de los “emojis” en la mensajería de texto o, más grave aún, el aborto de un niño (varón) bajo los pretextos: “no puedo traer a ese monstruo al mundo” y “lo volvería a hacer si la naturaleza me traiciona”, cosa que nadie se atreve a debatirle porque “es su cuerpo” y son sus derechos. Estas son cosas que debemos de alertar, como también el haber arremetido contra la Guardia Civil española por enviar un mensaje en conmemoración de su día, y haberlas descrito como “delicadas y frágiles”, ignorando también hermosos atributos como: “las mujeres son el todo”.
El feminismo, como toda revolución, se transformó en aquello que pretendía acabar. La historia nos enseña que todo movimiento que se radicalice, terminará atentando contra sus ideales fundacionales; generando la misma condición preexistente, pero ahora volteada y disfrazada de vendetta.
Nelson Totesaut Rangel
@NelsonTRangel
ntotesaut@sincuento.com