Caracas, 2 de abril de 2017

 

Hace unos meses escribía un artículo sobre el pan. Debido a la vigencia del tema, quisiera recuperar algunas ideas de aquel entonces:

“El pan no es un lujo. Es un alimento prehistórico que ha cubierto parte esencial de la dieta de las personas”. El pan es comida no sectorizada, es degustado por pobres y ricos. El pan sigue la filosofía de Andy Warhol sobre la Coca-Cola (recogida por Alex Hern en artículo para The Guardian): “Puedes estar viendo televisión y ver una Coca-Cola [o un pan] y saber que el Presidente toma Coca-Cola [come pan], Liz Taylor toma Coca-Cola [come pan], y pensar, tú también puedes tomar Coca-Cola [comer pan]. Una Coca-Cola es una Coca-Cola [un pan es un pan] y ninguna suma de dinero puede conseguirte una mejor Coca-Cola [un mejor pan] que la que se está tomando [comiendo] la persona que se encuentra en la esquina”. El pan es (¿era?) similar en este aspecto a la Coca-Cola.

El día en que la economía mejore, como por arte de magia, resurgirá el pan

En aquel artículo seguía: “(…) el pan es la comida bíblica que no puede faltar. Jesús declara: ‘Yo soy el pan de vida’, siendo el alimento de todos y para todos. Haciendo el silogismo cristiano: si falta pan, falta vida; si falta vida, falta cristo. Sin pan no hay nada, ni vida ni cristo; todo puede escasear, todo menos el pan”.

“El pan ha generado revoluciones y ha inspirado epopeyas. Jean Valjean, hambriento, paga 19 años de cárcel por caer ante la tentación de robar unas hogazas de pan. En la misma tónica de la época, la Revolución Francesa inicia por escasez de pan. Los ideales Liberté, égalité et fraternité, muy bonitos suenan y embellecen los más deseados fines, sin embargo, la Revolución no nace de la prosa hermosa de las máximas libertarias y antimonárquicas, nace sencillamente de la falta de pan”.

La revolución actual encuentra una extraordinaria, y simpática, semejanza con hechos de la de aquel entonces. Dícese del mito sobre María Antonieta que ante la ausencia de pan, manda a comer torta. Pues la SUNDDE parece ignorar por completo la sugerencia de la Reina de los Franceses y aplica el silogismo lógico invertido: aquí, teniendo torta (y con “torta” nos referimos a cachitos, pasteles y demás), nos mandan a comer pan.

La poca producción del carbohidrato no se debe a alguna “guerra” contra el mismo, sino, simplemente, es la poca rentabilidad que responde producirlo. Este flagelo tiene una fuente clara (y común a otros males que padecemos): los precios máximos establecidos. Así la harina que se obtenga sea subsidiada (regalada), el 30% (margen que te permite ganar la Ley de Precios Justos) de nada, es nada. Un panadero no le conviene producir pan porque lo tiene que vender a un precio que no le produce ganancia alguna; mientras a la vuelta de la esquina se encuentra un Bachaquero revendiendo el recién horneado a 300% por encima del precio que acaba de pagar.

Y es que el problema del “bachaquerismo” es producto de lo mismo. Mientras el gobierno tiene una guerra sin cuartel contra dicho mal, los mercaderes informales parecen multiplicarse tal Hydra de Lerna. Es lógico que esto ocurra. El problema no es criminal (como se le pretende atacar), el problema es meramente económico. No se le puede culpar al vendedor ambulante por su actuar, ya que lo hace en base a las reglas básicas del mercado (oferta y demanda), las cuales parece comprender mejor que algunos entes gubernamentales.

¿Qué hacer? Por un lado, invocar cuidadosamente el pragmatismo de María Antonieta, quien no se daba mala vida. Ante una situación de crisis similar, se debe resolver con lo que se tenga a la mano. No se puede pretender atentar contra lo poco que tenemos por tratar de aplicar una solución errada a un problema inventado. El día en que la economía mejore, como por arte de magia, resurgirá el pan. Por el otro lado, Desmantelar la SUNDDE y eliminar los subsidios, dejando que los panaderos vendan sus productos a precio de mercado. Ya que si algún aprendizaje nos puede arrojar la historia de la Reina de los Franceses, es que la ausencia de pan puede escalar desde un terrible dolor de cabeza, al punto, incluso, de hacerte perder la misma.

 

@NelsonTRangel

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