Caracas, 21 de mayo de 2017

La herencia biológica es muy distinta a la ideológica o intelectual. Si bien nuestro entorno siempre será aquello que de forma a nuestra manera de pensar, el conocimiento es adquirido y no transmitido como el color de los ojos o de la piel.

Los rasgos del pensamiento no se transmiten por el DNA. Esto, que parece una perogrullada, hay que repetirlo varias veces. Se suele pensar, erróneamente, que de un psicópata nace otro, que un genio es producto de otro genio; y que los linajes perfectos son conservados por la gracia misma de la naturaleza, quien se encarga de favorecer estirpes enteras, y de condenar otras.

Hay que abrir mecanismos de entendimiento si no queremos terminar en una guerra civil.

En la antigua Grecia, pese a lo muy ilustre que es considerada, cometían el error de “legar” los escarnios familiares. Hijos que jamás incurrieron en ningún delito, debían de soportar la pena de un padre que la evadió por una visita adelantada de Tánatos. La sociedad, varios siglos después, entendió lo ridículo que era esto, pero no pudo obviar que la carga genética siempre será un elemento de valor al momento de querer juzgar a alguna persona. No obstante, ahora más civilizados que en la otrora Grecia, el derecho sucesoral absorbería aquellos pretextos, racionalizándolos a una mentalidad contemporánea, y llevándonos a poder heredar tanto lo bueno como lo malo; pero únicamente en materia civil y bajo ciertas condiciones específicas.

Un hijo no puede heredar la pena por el homicidio culposo de su padre, sin embargo sí será capaz de afrontar la deuda que este poseía con algún acreedor. Claro, ciertas condiciones aplican. Los activos y pasivos forman parte de una herencia. El heredero es capaz de recibir su herencia como “beneficio de inventario” esto implica que puede evaluar la misma y decidir si recibir ambos (activos y pasivos) o, simplemente, rechazarlos. Hasta aquí llegan las cargas objetivas de la herencia. Un sucesor puede recibir la carga de solventar la obligación del de cujus (del muerto), bajo específicos pretextos y –básicamente- por voluntad propia del mismo.

Parece que esto es difícil de entender hoy en día en Venezuela, en donde se puso de moda el acoso hacía los familiares de políticos; haciendo énfasis en aquellos que (debido a su corta edad) probablemente nada pudieron haber hecho. Esta práctica, detestable en su totalidad, es un monstruo que ha nacido de un odio colectivo cultivado por años. ¿Lo culpables de este odio? Todos los venezolanos de la generación gobernante actual. ¿Los responsables? Cada individuo que perdió la capacidad de discernir entre el bien y el mal. ¿Los más afectados? La generación siguiente.

Pocos políticos, intelectuales y periodistas se han avalentonado a condenar esta “cacería de brujas”. Como ejemplo tenemos a Fredy Guevara, Américo Martín y Carlos Raúl Hernández; todos opositores que han recibido descargas brutales por las masas consumidas en odio. No obstante a ellos, no ha habido un llamado cohesionado y general por parte de la dirigencia opositora, ya que se teme perder aquella gran masa de radicales que sería rápidamente recapitalizada por quien enarbole la bandera de la discordia.

Hay que abrir mecanismos de entendimiento si no queremos terminar en una guerra civil. Suficiente fraccionada se encuentra nuestra sociedad para pensar que podremos componerla fácilmente. Los “escuadrones” de cacería política crecen cada día, estamos cayendo en la época del terror de la revolución francesa. Se señala irresponsablemente y se crucifica sin chistar. Hay poco criterio y un solo mensaje de 140 caracteres -pidiendo un poco de “sensatez”- puede implicar el fin político de cualquiera.

Difícil es saber a que nos llevará todo esto. Yo mismo fui objeto reciente de esta vendetta ideológica. No soy juzgado por quien soy, ni tampoco por lo que escribo, pero automáticamente catalogado y excluido por un grupo de la sociedad. Me gustaría mantener las expectativas altas, pero la miseria humana sigue superando las mismas, y recordándome lo lejos que estamos de ser una sociedad realmente decente.

 

Nelson Totesaut Rangel

@NelsonTRangel

ntotesaut@sincuento.com