Caracas, 28 de mayo de 2017
Las redes sociales no son malas en sí mismas. Se busca interconectar a las personas brindando inmediatez ante cualquier información, importando poco el lugar en que algún suceso ocurra. Sin embargo, su exagerada prostitución sin consecuencias ha abierto (al menos en Venezuela) un escenario para delinquir impunemente.
Nuestra legislación civil data de tres décadas atrás. Si bien en términos históricos no representa tanto, tenemos que tener una idea clara del impacto que suponen los últimos años para la humanidad. El teléfono celular hace su aparición en 1984; las primeras computadoras portátiles también surgen alrededor de la década de los 80; la internet se empieza a experimentar en los 90 y Facebook hace su debut en 2004. Esto se escapa de la posible imaginación del legislador de aquel entonces, quién con un código civil del año 82, buscó contemplar un mundo por venir; el cuál distará mucho de lo que su mente podía divisar.
La mayoría de estos derechos no están correctamente protegidos en nuestro ordenamiento jurídico
Entonces, la responsabilidad civil se encuentra muy limitada al respecto. Aunque existan reglas y principios que puedan aplicarse análogamente para las mismas redes, tenemos un vacío considerable al momento de delimitar la libertad de expresión; viendo como muchos hablan y difaman a sabiendas que no tendrán consecuencia alguna. Empero, existan derechos relativos a la personalidad moral, los cuales –según José Luis Aguilar Gorrondona- contemplan el derecho a la libertad, al honor, al secreto, a la reserva o vida privada y al derecho personal o moral del autor.
El primero, el derecho a la libertad, es conocido, ejercido y exacerbado por todos. Nos sirve de argumento para cualquiera de nuestros actos, sin valorar que cada uno de ellos posee limitaciones y responsabilidades. Nuestra libertad está delimitada y solo podremos hacer todo aquello que no nos esté prohibido. El segundo, el derecho al honor, es menos conocido. El artículo 60 de la Carta Magna reza: “Toda persona tiene derecho a la protección de su honor, vida privada, intimidad, propia imagen, confidencialidad y reputación”. De hecho tanto el código penal (art. 444 al 450) como el civil (art. 1.196) establecen responsabilidades a todo aquel que lesione la dignidad o la reputación de una persona.
El tercero, los derechos al secreto, reserva o vida privada, versan básicamente en los mismos artículos. Aquí se desglosará un abanico de pretextos que muchos creerán inexistentes. Por ejemplo, las comunicaciones son privadas e inviolables (es decir, nada de grabaciones expuestas por televisión y sin consentimiento), los escritos propios son confidenciales, la imagen (fotografía o grabación) representa un derecho incondicionado y las expresiones orales, y de voz, posee la reserva plena del autor (Aguilar, 2011). Por último, el cuarto –los derechos personal o moral del autor-, parecieran sencillamente no existir en Venezuela, viendo por doquier la piratería institucionalizada.
La mayoría de estos derechos no están correctamente protegidos en nuestro ordenamiento jurídico; ya eso lo dijimos. Esto responde a un fenómeno tecnológico y a una deuda legislativa, la cual se multiplica debido a la proliferación de las redes sociales, las cuales se prestan para todos estos delitos tipificados (y no tipificados) en nuestro cuerpo de leyes nacional. Por ejemplo Twitter, es uno de los espacios más descarados de todos. Para abrirse una cuenta no se requiere mayor información personal. Incluso, bajo el pretexto de la protección a la identidad, se le permite a los internautas esconder su perfil y dañar a quien quieran sin si quiera dar la cara.
Deuda
Regularizar las redes es una labor necesaria. Muchos dirán que atenta contra la libertad de expresión, pero la verdad es que debemos de atribuir responsabilidades, prohibir las cuentas anónimas, establecer sanciones y penas, todo en aras de crear un campo sano de interacción, en donde aquellos que busquen esparcir su odio, sean penalizados con el peso necesario de la ley. Ya que este “estado forajido” nos está llevando a nuestra naturaleza plena: un salvajismo descontrolado en donde se actúa sin responsabilidad alguna.
@NelsonTRangel
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