Caracas, 15 de octubre de 2017

 

El diálogo meliano -o diálogo de los melios-, es un extraordinario pasaje de la magna obra: Historia de la Guerra del Peloponeso, de Tucídides. Más allá de su lectura del conflicto liberal-realista, el diálogo nos puede arrojar luces de todo lo que no debería ser. El mismo se efectúa entre Melios y Atenas. Los segundos se encontraban en guerra con los espartanos, y estaban exigiéndole una posición a los primeros. Parte del diálogo reza:

-Melianos: “¿Pero debemos de ser sus enemigos? ¿No nos reciben como amigos si somos neutrales y mantenemos la paz?”.

-Atenienses: “No, porque su enemistad no nos perjudica tanto como su amistad; para los ojos de nuestros súbditos, se traduciría en fortaleza, en vez de debilidad”

-Melianos: “¿Pero sus súbditos no pueden distinguir entre los pueblos que no tienen ningún lazo con ustedes (…) y de los que han sido reducidos tras una sublevación?”

-Atenienses: “Es que piensan que ni a los unos ni a los otros les faltan razones de derecho; pero que unos se mantienen libres gracias a su fuerza y que nosotros no vamos contra ellos por miedo”.

Visto esto -y para nuestros fines-, podríamos decir que el diálogo sirve como ejemplo de dos formas: una referente a la toma de los bandos, y la otra respecto al simple hecho de dialogar.

 

El problema de la abstención

Poniendo a un lado el análisis realista que se le pueda dar al diálogo, la idea de los atenienses era: “el que no está conmigo, está en mi contra”. Esta falsa dicotomía -repetida una y otra vez a lo largo de la historia- la podemos ver en el pensamiento de otros muchos estadistas y catedráticos. De ejemplo emblemático tenemos a El Príncipe de Maquiavelo, el cual recuerda que: “Es más sabio tomar bandos que mantenerse neutral (…), ya que así se puede librar una guerra honesta”. ¿Qué pensarían los realistas sobre la abstención que se viene promulgando para el día de hoy? Que aquellos que se reservan su deber cívico (escondiendo sus colores y permaneciendo en la zona difusa) estarían luchando, como diría Maquiavelo, una guerra deshonesta.

No obstante, estos que quieran abstenerse a votar, no lo hacen desde un punto de vista irracional. El catedrático polaco Adam Przeworski, asegura que un sistema democrático sano ha de garantizar tres elementos concurrentes: 1. Incertidumbre ex-ante, es decir, alguien va a perder la contienda electoral. 2. Irreversibilidad ex-post, quien gane las elecciones podrá asumir las funciones que vienen con su cargo. 3. Repetibilidad pro tempore, los gobiernos son finitos y la alternancia es parte fundamental del juego democrático. Cuando alguno de estos puntos se ve vulnerado, se evidencia que el juego democrático está viciado, cosa que podría traer como consecuencia, un claro escepticismo en el sistema democrático del país.

El diálogo como problema

El otro problema va más allá de la participación de este 15-O. Este meollo no se centra en la concepción de asumir bandos; sino, más bien, en el diálogo per se. Muchos intentos se han gestado para que se produzca un diálogo fructífero entre las fuerzas políticas del país. Empero, dieciocho años de guerra interna se han encargado de cercar la razón y limitar el entendimiento. Más allá de los intentos fallidos, resulta menester mencionar el dialogo actual; el cual es sumamente misterioso, por decir lo menos. Un bando lo acepta y el otro lo rechaza. Es decir, existe un secretísimo hipócrita que baila a la par con la ignorancia de los ciudadanos. Un sector le confiesa a sus simpatizantes que el diálogo está generando positivos resultados. El otro, lo esconde como si se tratase de un elemento de traición.

Entonces ¿hay o no hay diálogo? Aparentemente lo hay, pero difícil será que sepamos su verdadero alcance. Ya que, mientras se siga haciendo política de espalda a los ciudadanos, la desconfianza en los dirigentes seguirá creciendo. Porque, al final, lo que exige la gente es coherencia y consistencia, para así ser capaces de valorar sus opciones y escoger libremente. Mientras tanto seguiremos sumidos en un diálogo meliano: una ficción en donde el fuerte se impone ante el débil, debido a la poca cohesión de los “neutrales”.

 

@NelsonTRangel

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