Caracas, 18 de febrero de 2018

Hoy en día podemos afirmar que el resultado de una elección se determina bajo la interrogante: ¿es una victoria para el populismo? Este fenómeno ha cobrado la mayor relevancia posible bajo el espectro político de nuestra era. Macron, Trump, May, Piñera y Maduro; todos estos nos sirven de ejemplo para constatar que el primer análisis que haremos -de la mano de sus nombres- será el nivel del impacto que pudo tener el populismo en la retórica de cada uno. Es por ello que, asumiendo que el populismo está más vivo que nunca, es pertinente hacerse una aproximación al mismo.

Latinoamérica ha vivido tres grandes olas populistas en su historia.

De acuerdo con la definición tradicional de Cas Mudde, el populismo refiere a una “ideología que considera a la sociedad separada en dos grupos homogéneos y antagónicos”: el “pueblo puro” y la “élite corrupta”. Y, que utiliza como campo de batalla la política; la cual ha de ser una “expresión de la volonté générale” (voluntad general) del pueblo. Desglosando entonces el concepto, el populismo tiene tres núcleos esenciales: el pueblo puro, la élite corrupta y la voluntad general.

Evo Morales en Bolivia ha sido tan populista como Nigel Farage de Reino Unido. Ambos se han armado de un discurso que posee las tres características concurrentes ante mencionadas. Por ende, pese a lo que generalmente se crea, el populismo puede ser tanto de derecha como de izquierda. Puede formarse con líderes fuertes, a la vez que sin líderes en lo absoluto. Con una estructura que vaya de arriba hacia abajo, o desde abajo hacia arriba. De cualquier forma, si llegamos a encontrar una diferencia entre el populismo Latinoamericano con el Europeo, se deberá a condiciones socioeconómicas muy marcadas. Ya que, mientras que en el primero se tratan de establecer condiciones económicas favorables para la gente, los populistas europeos se enfocarán en proteger esas ya existentes condiciones.

Latinoamérica ha vivido tres grandes olas populistas en su historia. Pese a que dijimos que los líderes no son completamente necesarios para su gestación, la presencia de los mismos aumentará las posibilidades de que el espectro se genere. Y, en América Latina, el sistema de gobierno presidencialista favorece inequívocamente con la proliferación del mismo. Mudde y Kaltwasser nos recuerdan de ciertos ejemplos de cada etapa. Del populismo clásico latino (1940-1960) tenemos a Juan Domingo Perón y Getúlio Vargas. Luego, Alberto Fujimori y Carlos Menem serían representantes del populismo neoliberal de los años 90. Terminando con el surgimiento del populismo radical de izquierda, en pleno siglo XXI, con Hugo Chávez como máximo exponente.

Ahora, el principal problema con el populismo no es su noble causa. Darle voz a los estratos históricamente ignorados es un ideal con el que difícilmente se puede combatir. Pero, cuando se trata de monopolizar la “voz de la gente” se incurre en tremendas exclusiones. Los populistas son los representantes legítimos de la gente, al menos de aquellos que abarca su discurso. Hablar “por el pueblo” viene de la mano con una retórica simbólica que refiere exclusivamente a ciertos grupos, y no a otros.

Por esta razón, autores como Jan-Werner Müller, dictaminan que el populismo atenta contra los ideales democráticos. De hecho, Müller dirá que darle a los populistas el monopolio sobre lo que realmente le preocupa a los ciudadanos, incurre en un tremendo malentendido sobre cómo la representación democrática realmente funciona. Al final, es verdaderamente equivocado pensar que ellos saben lo que realmente sucede en el corazón de la sociedad. Por ende, el populismo es una voz de representación que, en su esencia, busca visibilizar a aquellos simpatizantes con la causa; dejando por fuera a los que contrarían la misma.

De ejemplo tenemos al Presidente Maduro. Múltiples encuestas ubican su popularidad entre el 17% y el 40%. Independientemente de cuál sea el número, estamos acordando de que aún queda, al menos, un 60% excluido del discurso. Entonces, pese a que la oratoria empleada siempre sea en nombre “del pueblo”, será imposible ignorar que el discurso populista se fundamenta fuertemente en una voz robada.

 

@NelsonTRangel

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