Caracas, 4 de marzo de 2018
Un elemento para definir a cualquier Estado es la percepción sobre sí mismo.
Hemos dicho que China es un país de superlativos. Interesantísimo de evaluar pero arriesgando a que cuando hacemos una lectura de ella, siempre nos termina resultando sesgada por nuestra occidentalidad. Algunos la asimilan con progreso. “En China está el futuro”, pregonan aquellos que se eclipsan por el tremendo avance de aquel país. Otros, se resisten a verla como algo distinto a una amenaza a todo lo que represente nuestro mundo occidental. Lo cierto es que su presencia, para bien o para mal, siempre estará condicionada por prejuicios foráneos que distan, quizá, de lo que realmente es. Como bien dice el historiador catalán Manuel Ollé: “Hemos tendido a tomar la parte por el todo, a formular visiones y teorías generales de China a partir de cuatro o cinco mil datos, quizás no falsos pero casi siempre demasiado sectoriales, escasos y parciales: hemos tendido a ver en China lo que nos ha convenido ver, y seguimos instalados en ello…”
Un elemento para definir a cualquier Estado es la percepción sobre sí mismo. El “Zhonghua wenming huifu qingchun” es un ideal que se traduce al “rejuvenecimiento de la civilización china”. Esto se asemeja a lo que Jorge Manela considera las nociones principales de esta sociedad: “(1) la centralidad en el orden mundial de la antigüedad, (2) la necesidad de preservar la esencia cultural, (3) los perjuicios que dejó el siglo de humillación, y (4) el sentimiento de orgullo nacional”. Todo esto refleja el ser chino en su más extensiva interpretación. Y, para nuestros fines, nos enfocaremos en su proyección internacional. Puesto que se considera que puede posicionarse, con el tiempo, como el principal hegemón del orden mundial, todo esto sin llegar a la confrontación.
Y es que el interés internacional de china está virtualmente ligado al interés nacional. El primero, no sólo como una política de supervivencia, sino también como el posicionamiento de El Daguo (país grande), como líder regional y también como líder mundial. El segundo, conscientes de que sin él nada sería posible. En palabras del Deng Xiaoping: “Que sea grande el papel que desempeñemos en los asuntos internacionales, depende del éxito que logremos en nuestra construcción económica… Si nuestro país consigue mayor desarrollo y prosperidad, será grande el papel que desempeñemos en los asuntos internacionales… Por consiguiente (…), es preciso que realicemos con éxito nuestra construcción económica”.
Ahora, el catedrático Yan Suetong, reconoce que lograr posicionarse como un actor de dominio internacional no resultaría en lo absoluto fácil, ya que generaría una confrontación con el actual ostentador del título: Estados Unidos. Por ende, en palabras suyas, “evitar una confrontación con los EE.UU. es un interés estratégico de China en el largo plazo”. Con esto, hay que tener en consideración que desde la disolución de la URSS, EEUU no busca coexistir con otra potencia de igual calibre. Por ello, una política china de paz internacional (y de discreción y modestia en las formas) será su mejor herramienta para conseguir su crecimiento sin toparse con el contrapeso estadounidense.
Muchos profesan que el auge chino llegará a su cenit cuando se posicione como el siguiente imperio del siglo XXI. Algunos suelen decir, con tono generalizado y carente de precisión, que el siglo XVI le perteneció a España, el XVII a Francia, el XVIII y XIX a Inglaterra, el XX a EEUU y el XXI le será de China. Esta predicción es imposible de dar por hecho, pero refleja los vientos de crecimiento que se perciben desde oriente. China, está ansiosa de ocupar su lugar privilegiado en el concierto de naciones. Dado que, en palabras de Lu Shi, “es imposible que China permanezca inmóvil para siempre [por] los más de mil doscientos millones de personas, que son amos de sí mismos, [y] quieren crecer y se han puesto en marcha”, y “esta es una tendencia histórica que nadie puede detener”.
@NelsonTRangel
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