Caracas, 18 de marzo de 2018

 

 Los últimos de Baler (30/6/1898-2/6/1899), refiere a un destacamento español que resistió durante 337 días dentro de una pequeña iglesia en aquella ciudad filipina. Durante la guerra de independencia de aquel país, en el año 1898, los sitiados quedarían inmortalizados en los recuerdos del Capitán Saturnino Martín Cerezo, quien resistió contra todo pronóstico hasta que las capitulaciones de paz fueran firmadas y anunciadas. Así, independientemente de cómo se juzgue su causa, pasarían a ser recordados por haber resistido las adversidades en nombre de su patria.

Es de suponer que las carencias eran abundantes para aquel grupo de soldados. Un puñado de arroz y un poco de agua era su dieta diaria. Sus vivencias son apasionantes, dignas de una revisión por parte de los curiosos de la historia. Además, nos arroja una enseñanza sobre un cuerpo energizado por una fuerza superior: los símbolos. Cuenta el Capitán Saturnino que, a pesar de las incomodidades, la bandera española “ni un solo momento dejó de ondear en lo más alto de la torre”. Conservarla intacta era una prioridad, pese a que con eso no añadían “ni un solo puñado de arroz a [sus] comestibles, ni un cartucho más a [sus] municiones”. Pero, de igual forma, “ver aquella gloriosa bandera” les alegraba el espíritu, y les hacía imaginar que: “toda España se fijaba en [ellos] y que [los] alentaba con la esperanza de su agradecimiento y su recuerdo, si [cumplían] como buenos”.

En Venezuela debemos combinar el patriotismo de Martín Cerezo con el pragmatismo de Francisco Rodríguez.

Este es el poder de los símbolos, el cual podría llegar a ser más efectivo que el mismo poder fáctico. Su fuerza da aliento. Fue el caso de los sitiados en Baler, al igual que es el caso de los sitiados en Venezuela. Para el destacamento hispano cada día representaba una verdadera calamidad. La escasez de comida, insumos, y las agresiones externas conformaban un reloj de arena apocalíptico. Mutatis mutandis, lo mismo ocurre con los venezolanos, que diariamente libran una guerra por subsistir. En ambos sitios hay símbolos confesionales y no confesionales. En Baler se aferraban a lo religioso; enconchados en un baluarte de la iglesia católica, encomendándose a la providencia y a los demás santos. En Venezuela en lo ideológico; frente a un foco resurgido de la guerra fría, que se libra despiadadamente en nuestra tierra. Y, de nuevo, en ambos, se ondea la bandera, la cual sirve como símbolo de pertenencia que nos alimenta por dentro, cuando todo lo demás parece fallar.

Pese a esto, hay que saber cuándo no enfrascarse en ellos. El otro día veía una entrevista que le hacía Óscar Schémel al economista Francisco Rodríguez, asesor económico del candidato presidencial Henri Falcón. El tema central de la tertulia fue la dolarización de la economía. Rodríguez, sostenía -con argumentos muy convincentes- que cambiar nuestra moneda frenaría “en seco” la inflación descontrolada. Schémel, como buen entrevistador, quien piensa en la diversidad de la audiencia, preguntó lo necesario. Una de sus preguntas fue sobre la pérdida de soberanía que pretendería cambiar nuestra moneda. La respuesta del invitado, si bien fue pasional, no deja de ser acertada. Parafraseándolo, aseguraba que no se podía hablar de soberanía mientras las demás necesidades estaban descubiertas. Razón no le faltaba.

Invoco el caso anterior como buen ejemplo de cuándo hay que abandonar los símbolos. Si bien los mismos son de especial importancia, algunas veces hay que saber aplicar la razón por el bien mayor. Venezuela se encuentra sumergida en la fe y la esperanza. Lo primero por medio del rezo, y lo segundo a través del optimismo. Pero, cuando una oportunidad surge, hay que poder alejar lo sentimental y ser racional. Nadie cuestiona la valentía de “los últimos de Filipinas”, pero sí que pudieron haber salido meses antes (cuatro, al menos) de no haber sido por la desconfianza y el excesivo patriotismo del Capitán Saturnino.

En Venezuela debemos combinar el patriotismo de Martín Cerezo con el pragmatismo de Francisco Rodríguez. Aguantar la turbulencia aferrados a nuestros símbolos, pero saber soltarlos a tiempo para no morir a la deriva.

 

@NelsonTRangel

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