Caracas, 25 de marzo de 2018
El “tsunami asiático” del año 2004, es recordado como una serie de eventos desafortunados que cobraron la vida de miles de personas. La combinación catastrófica implicó varios temblores, sumando la repercusión instantánea de grandes oleajes. El saldo fue de 228.000 muertos, a lo largo de 14 países. Indonesia, Sri Lanka, India y Thailandia, fueron los más afectados en número de víctimas. En contraste con Alemania y Suecia que quedaron en quinto y sexto lugar, respectivamente. Los primeros, siendo locales; los segundos, turistas que disfrutaban de las paradisíacas virtudes del índico. Hoy, 14 años después de la catástrofe, vale la pena recordarla en cifras.
Resulta irónico concluir que el 1% favoreció al resto
Ya dijimos el número de muertos y también las nacionalidades que lideraron la escala: 73.5% fueron indonesios, 15.4% srilanqueses, 7.1% indios, 2.7% tailandeses y menos del 1% europeos. Ante esto, la ayuda humanitaria fue abismal. Trece billones y medio de dólares fueron recaudaron en el exterior. Y, si consideramos que casi 2 millones de personas fueron afectadas por el tsunami, nos topamos con un estimado de $7.000 por persona. Para saber la magnitud de esto, cabe contrastarlo con las inundaciones del 2004 en Bangladesh. Estas afectaron a 36 millones de personas (destruyeron 1 millón de hogares), recibiendo cada uno un estimado de tan solo $3 estadounidenses.
Aparte de este ejemplo, hay otros igual de terroríficos. En 1970, una tormenta en la Bahía de Bengala mató entre 300.000 y 500.000 personas en una sola noche. El terremoto de 1976 en Tangshan, China, mató a 242.000 personas. La hambruna en Etiopía de 1984-85 saldó 900.000 vidas. La cuenta podría seguir, ya que la humanidad está sitiada por desastres (naturales, o no) que han recibido poca (o ninguna) generosidad por parte del resto del mundo. Por eso, si bien es verdad que los motivos de las cuantiosas contribuciones con el tsunami asiático de 2004 son múltiples, es igual de cierto que existe un factor más perverso detrás de esto: el 1%.
Resulta irónico concluir que el 1% favoreció al resto. Esta ínfima cifra de turistas europeos que se encontraban temperando fue lo que realmente conmocionó al mundo. La gente no come cifras, sino simpatías. Del total de víctimas, 0.24% eran alemanes, 0.24% suecos, 0.08% finlandeses 0.05% suizos y 0.19% de otros países de Europa. Esta diminuta proporción, es la que hizo que occidente reaccionaria. Un reporte de CARMA (2006) refleja que, si bien menos de 1% de los muertos fueron turistas, obtuvieron el 40% de toda la cobertura mediática occidental. Paradójicamente, un reporte del año 2007 que publicó la Coalición para la Evaluación del Tsunami (TEC, por sus siglas en inglés), comenta que mientras la tasa de mortalidad de los locales no hacía sino incrementar con el pasar de los meses, la de los turistas disminuía; al principio estimándose 9.000, para terminar llegando a 2.218.
De hecho, también Hollywood honró el heroísmo europeo haciendo una película titulada “The Impossible”. Aquí vemos como se narra las peripecias de María Belón (protagonizada por Naomi Watts), una doctora española que sobrevivió al terrible desastre. Está demás decir que la película fue todo un éxito (al menos eso dicen, no la vi). Un evento extraordinario y una lucha por la supervivencia es suficiente para recaudar 180 millones de dólares en un largometraje. Claro, sin olvidar, que el rasgo de la protagonista comparte similitud con lo que motivó a la recaudación de tanto dinero para la atención de la tragedia: es parte del 1%.
No se malinterpreten mis palabras, la respuesta humanitaria frente al tsunami asiático fue ejemplar. Pocas han sido tan eficaces en su organización y cometido. Las personas se sintieron identificadas con el evento. “Pude haber sido yo”, era el pensamiento que asoció occidente con oriente. Vieron como la desgracia puede también tocarles la puerta, lo que les hizo simpatizar con causas que se convirtieron en suyas. Pero, la crítica sigue en pie: ¿habría ocurrido lo mismo sin ese 1%? Los ejemplos antes citados parecieran demostrar que no.
@NelsonTRangel
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