Caracas, 29 de abril de 2018
En la trágicamente maravillosa obra teatral La duquesa de Padua, se desarrolla uno de los diálogos más popularmente repetidos entre aquellos que buscan profesar su amor. La anterior mencionada, cae profundamente encantada por Guido Ferranti, a quien le revela que “cuando los hombres aman a las mujeres sólo les dan un poco de su vida; mas las mujeres, cuando aman, lo dan todo”.
Curioso es percatarnos que nosotros, el público, somos duquesas sesgadas de amor; y nuestro amante, una red social llamada Facebook. Esta última, igual de ingrata que un Guido, el que nunca parece estar a la altura de lo que le profesa la duquesa. Nosotros, de igual forma, le damos todo a esta plataforma virtual deseando, al menos, que sea respetada nuestra privacidad.
La red social más grande del mundo (con 2.167 millones, según las últimas cifras) posee más usuarios que la población de China (1.3 billones)
Dos de los diarios más importantes de los Estados Unidos., The New York Times yThe Observer, revelaron que Facebook había expuesto los datos de 50 millones de usuarios sin consentimiento previo. La fuga masiva se orquestó gracias a una encuestadora británica, Cambridge Analytica que, entre otras cosas, asesoró a la campaña de Donald Trump. La red social más grande del mundo (con 2.167 millones, según las últimas cifras) posee más usuarios que la población de China (1.3 billones). Y, quiénes nos hacemos parte de ella, lo hacemos bajo la esperanza de que nuestra información estará bien salvaguardada, a manos de un extraño.
Este escándalo no le salió gratis a Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook. El miércoles 11 de abril los ojos estuvieron encima suyo mientras comparecía ante el Congreso de los EE.UU. Además, ya tuvo que pasearse por Westminster y parece que también le andan esperando en Bruselas. Puesto que, si bien nosotros mismos prestamos nuestro consentimiento irrestricto a toda aquella condición que nos imponga la plataforma con tal de poder acceder a ella, el mundo se dio cuenta de que alguna protección al usuario cibernético tenía que existir.
Cuando esta plataforma salió al aire por el año 2004, bajo el nombre thefacebook, no abarcaba más que la vida de una cohorte universitaria de Harvard. No obstante, la idea de que alguien controlara la información ajena ya parecía un poco obscena, incluso para su creador. El periódico Silicon Valley Insiderpublicará una conversación entre Zuckerberg y un compañero universitario que revelaría lo siguiente:
MK: “Si, entonces, si alguna vez necesitas alguna información de alguien de Harvard solo pregunta. Tengo más de 4000 emails, fotos, direcciones, mensajes…”
Amigo: “¿¡Qué!? ¿Cómo conseguiste eso?”
MK: “Las personas simplemente lo subieron. No sé porqué. Ellos confían en mi. Malditos tontos”.
Nadie puede ser juzgado por una conversación amistosa y pretenciosa. Mucho menos por las tonteras que suelen decirse a los 20 años. El tiempo seguramente hizo de Zuckerberg una persona responsable y sensata. O, al menos, eso nos conviene creer. Ya que, de todas formas, es el absoluto poseedor de toda nuestra información.
Por lo general, ante estos temas, surge el debate sobre qué grado de regulación gubernamental han de tener estas plataformas. Incluso, algunas personas sugieren su nacionalización, y pasar a manos de los Estados. La misma discusión ha surgido con la ICANN; que, por sus siglas en inglés, refiere a la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números. Es decir, la ICANN es la encargada de proporcionar los dominos .com, .ve, .net, etcétera.
Esta “organización sin fines de lucro”, como se domina, se libró recientemente del control de los EE.UU., empero, no sobran los escépticos que creemos que esos lazos se encuentran lejos de ser cortados. Por ello, la organización con sede California, ha sido objeto de múltiples polémicas y recomendaciones que exigen que su manejo pase a manos de las Naciones Unidas.
Quizá, este será el futuro de las plataformas de redes sociales. Surgirá un debate más detallado en cuando a su administración, tratando de mantener las máximas de no monopolización y no injerencia de los Estados. Pero, por mientras, lo que nos queda es seguir siendo duquesas de Padua, dándolo todo, a la espera de la fidelidad.
@NelsonTRangel
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