Caracas, 13 de mayo de 2018
David Lynch es un reconocido director de cine estadounidense. Entre su repertorio filmográfico se encuentran icónicos como El hombre elefante y Blue Velvet. Además, su destreza se extiende más allá del cine y recae sobre otras artes; siendo un gran aficionado de la música, la pintura y la fotografía. A este director también se le atribuye la frase: “El sexo es la puerta a algo poderoso y místico, pero el cine generalmente lo presenta de un modo muy seco”. La cual podemos sacar de contexto para entender lo que muchos de sus colegas han hecho a lo largo de su carrera por la pantalla grande.
El año 2017 fue uno de los más infame que ha tenido Hollywood. Se destapó la caldera y se hizo conocer lo que muchos ya sospechaban. Directores, productores y actores de altísima envergadura empezaron a ver como su carrera se venía abajo luego de que supuestas víctimas de abusos sexuales, denunciaran desdeñables prácticas a las que fueron sometidas para escalar (o sobrevivir) en el mundo de la gran pantalla.
Harvey Weinstein, James Toback, Kevin Spacey, entre muchos otros, son quizá, los casos más sonados del momento. El último, por ejemplo, tuvo que retirarse de la icónica serie de Netflix, House of Cards, dejando a millones de fanáticos decepcionados por no cerrar la emblemática serie que catapultó a la empresa pionera del streamingcomo una alternativa posible a la televisión convencional. Entonces, la frase de Lynch (quien, por cierto, no figura entre los acusados) cala en el escándalo, ya que para muchos el sexo sí que fue una puerta; aunque haberla cruzado parece haber traído cierto arrepentimiento.
Pero la academia del cine no es la única que se encuentra sumida en medio de escándalos sexuales. Cuatro miembros de la Academia sueca ya han tenido que dimitir por situaciones similares. En una denuncia anónima a un diario sueco, dieciocho mujeres acusaban al fotógrafo Jean-Claude Arnault de abusos y vejaciones; algunos de los cuales se habrían producido, incluso, dentro de la misma academia. Resulta que Arnault es esposo de Katarina Frostenson, uno de los miembros del jurado del Nobel.
Lo que parecía un simple chiste auspiciado por un coro que gritaba “Nobel, Nobel, Nobel” durante un mitin celebrado en Michigan, ya dejó de serlo
Inmediatamente, se encargó una auditoría sobre Arnault y sus relaciones con la institución. Y, pese a que el informe descartaba que el acusado hubiera podido incidir en las decisiones, otra denuncia salió a la luz acusando al mismo por encargarse de manejar una casa de apuestas sobre el posible ganador del premio. Ya que, al ser esposo de un miembro, podía obtener información privilegiada y confidencial.
Por todo esto, la academia se tuvo que excusar diciendo que no entregaría premio de literatura este año; postergándolo para el año que viene, en donde entregará dos. Los motivos: “pérdida de confianza del mundo exterior” y “debilitamiento”. Esto último por no contar con suficientes miembros (teniendo 10 y necesitando 12) para el jurado elector. El escándalo resulta un hito en la historia de las letras. Ya que la última vez que no se concedió el galardón fue debido a la segunda guerra mundial (1943) y ahora -luego de más de 7 décadas ininterrumpidas- se debe a una guerra interna que pone en entredicho la alta virtud de en quienes reposa la decisión de premiar al más excelso literato del año.
El único escándalo que falta para completar esta trilogía hollywoodense es que el jurado de Estocolmo escoja a Trump como el Nobel de la Paz. Lo que parecía un simple chiste auspiciado por un coro que gritaba “Nobel, Nobel, Nobel” durante un mitin celebrado en Michigan, ya dejó de serlo. Dieciocho republicanos solicitaron mediante una carta formal que el Presidente de los Estados Unidos sea premiado con este galardón por su acercamiento con Corea del Norte. Esto, pareciendo olvidar que poco tiempo atrás el mundo temblaba en pánico por encontrarse más cerca que nunca (después de la crisis del año 62) de una confrontación nuclear.
Pero en este mundo de escándalos, ni las academias parecen salvarse. Y, si en ellos reposa el último baluarte de nuestra humanidad, ¿qué podríamos esperar?
@NelsonTRangel
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