Caracas, 1 de Julio de 2018
José Martínez Ruíz, mejor conocido como Azorín, fue un literato español completo. Ensayista, novelista, dramaturgo, etc. Vivió casi un siglo y escribió sobre diversos temas. Su título El Político es un pequeño manual que todos deberíamos de leer. Allí, nos desglosa las cualidades necesarias que ha de tener aquel que quiere ser considerado un buen político.
“Es de hombres vulgares el descubrir todos sus pensamientos”
El 16 de junio fuimos espectadores de una curiosa escena. En Francia, en medio de un acto oficial, un joven se dirige al Presidente Emmanuel Macron de la siguiente forma: “ça va Manu?” (¿qué más, Manu?). Su saludo, si bien es completamente inapropiado, fue la respuesta de Macron lo que dejó perpleja a la audiencia. El mandatario entró en cólera y le reprendió: “A mi me llamas señor presidente”, dijo. Siguiendo con: “Puedes hacer el imbécil pero hoy hay que cantar la Marsellesa y el Canto de los Partisanos”. El joven, impactado, evidentemente no reprochó: “Sí, señor presidente”, fue su respuesta. Y, pese a ello, el presidente siguió regañando al muchacho instándolo a que obtuviera un diploma, entre otras tonteras.
Concuerdo con Macron en que se deben cuidar las formas. El comentario del joven carecía de educación, pero un político se encuentra en la difícil tarea de balancear lo correcto con la prudencia. Azorín diría: “no se prodigue ni en la calle, ni en los paseos, ni en espectáculos públicos. Viva recogido. Al hombre de mérito se le estima tanto más cuanto menos podemos apreciar los detalles pequeños, inevitables, que se le asemejan a los hombres vulgares”. Es decir, para mantener la estimación hay que alejar la intimidad, la familiaridad. “Lo que mucho se ve, se estima poco”. Pero, si ya nos expusimos, hay que hacerlo con toda la prudencia. “La virtud de la eubolia”, le llama el escritor español, y consiste en “ser discreto de lengua, en ser cauto, en ser reservado, en no decir sino lo que conviene decir”. Es, para Azorín, de hombres vulgares el descubrir todos sus pensamientos.
Tampoco lo fue la Vicepresidenta Delcy Rodríguez, el pasado 24 de junio, cuando reveló que la Revolución Bolivariana era su “venganza personal”. Si bien trató de darle un giro semántico distinto, la palabra “venganza” es siempre negativa. Uno no puede pretender ser un vengador bueno, salvo que se trate de ficción y se quiera jugar a los superhéroes. Por ende, cuando se va a hablar, hay que cuidar muchísimo las formas, ya que, pese a lo que algunas veces se crea, las palabras no son sinónimo y antónimo de si mismas.
El hombre reservado, quien dice solo lo que debe decir, siempre será mejor ponderado que aquel que no. No obstante, lo que decimos no se limita a nuestras palabras, ya que los gestos y los ropajes pueden hablar, incluso, más que nuestra propia boca. El ejemplo perfecto lo tuvimos con la Primera Dama de los Estados Unidos, Melania Trump el día 22 de junio. Luego de la polémica que generó la política migratoria “zero tolerancia” de Trump -mediante la cual se separaron miles de niños de sus padres- la esposa del primer mandatario estadounidense buscó apaciguar la situación yendo a McAllen, Texas, para visitar un albergue de niños. No obstante, en vez de dar un paso hacia adelante, echó dos para atrás. Ya que, acostumbrada a utilizar la más alta costura, prefirió una sencilla chaqueta de Zara de no más de $40, con un estampado que rezaba: “I don’t really care, do u?” (La verdad es que no me interesa, ¿y a ti?).
Demás está decir lo fatal que se vio la escena. Si bien el mismísimo Trump trató de apagar la candela alegando que la frase hace referencia a las “FAKE NEWS”, son demasiadas las coincidencias que lo conectan a la polémica. Azorín le dedica un apartado al arte de vestir del político. Según, la sencillez y naturalidad son “la síntesis de la elegancia”. Hay que estar vestido como todos, pero al mismo tiempo resaltar. Y jamás dando a entender el motivo por el cuál se resalta. Ya que, la elegancia, ha de ser un acto de discreción. Cosa que se pierde automáticamente si se lleva un estampado xenófobo en la espalda.
El Político, es un libro viejo que aún vive. O que al menos debería de vivir.
@NelsonTRangel
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