Caracas, 5 de agosto de 2018
Contrario a lo que se suele creer, la primera cabeza que rodaría de un soberano occidental no provendría de hombros franceses. Más bien, no fue tan tarde como en 1793 con la Revolución Francesa y la decapitación de Louis XVI. Sino, en cambio, tan temprano como un siglo y medio antes, en 1649, con la ejecución de Carlos I de Inglaterra. De hecho, la llegada del puritano Oliver Cromwell hizo de Inglaterra una República. De nuevo, 100 años antes que la francesa.
De esto se podría inferir que la monarquía aprendió a adaptarse. Luego de Cromwell, el desgobierno obligó a restituirla, con Carlos II como jefe de estado y soberano. Su primer acto, volver a forjar las joyas de la corona que habían sido vilmente destruidas con la instauración de la Mancomunidad de Inglaterra. John Michael Wright recreó, en un magnífico óleo, la coronación de Carlos II, demostrando el poderío de la monarquía, como si nunca se hubiera si quiera tambaleado.
No obstante, los tiempos cambian y la monarquía avanza
Pese al derroche estético, este monarca fue mucho más hábil que su padre. Estrechó una buena relación con el parlamento y comenzó a construir un estilo de gobernanza novedoso que le ayudaría a sostener el legado por los siglos venideros. Pero, las cosas cambian, y ahora las cabezas ruedan por otros motivos. Otro cismo que puso en la cuerda floja a la monarquía, siglos más tarde, fue la dimisión de Eduardo VIII. Por amor, renunció a su reino. “Mi reino por una dama”, pudo bien haber dicho -haciendo un parafraseo de Shakespeare, en Ricardo III- en cambio, lo que sí dijo -también digno de una obra romántica- fue que le era imposible gobernar sin el “respaldo de la mujer que quiero”.
Eventos como estos han demostrado como una de la instituciones más sólidas de la historia puede desmoronarse por diversos motivos; desde una revolución armada, hasta un acto moralmente cuestionado. Por ello, se esmeran tanto en cuidar las formas, al igual que refrescar constantemente la imagen de lo que son. Teniendo siempre en cuenta lo que el Conde de Mirabeau escribía en su Ensayo sobre el Despotismo(S. XVIII): “El rey es un asalariado, y el que paga tiene el derecho de despedir al que es pagado”.
Muestras de cómo la monarquía se ha sabido (y se sabe) vender hay por doquier. Desde series en Netflix, como The Crown o The Windsors, hasta el extraordinario manejo de las redes sociales en donde los palacios cobran voz, hablan y comparten con nosotros su agenda protocolaria. La monarquía se ha acercado a la gente y, de alguna manera u otra, lo último que lo demuestra, ha sido el casamiento del Príncipe Henry con la actriz norteamericana Meghan Markle, en lo que fue la boda del año y, muy probablemente, también de la década; compartiendo escalafón con la de su hermano Guillermo y -supongo- la de Messi.
Casar al ahora Duque de Sussex con una norteamericana afrodescendiente divorciada no es cualquier cosa. A su tío bisabuelo le costó el trono el haber desposado a Wallis Simpson, quien tenía dos de esas tres características. No obstante, los tiempos cambian y la monarquía avanza, y la Reina dio su consentimiento expreso y formal mediante un documento que se utiliza desde hace varios siglos atrás; en donde todo aquel que se encuentre entre los primeros 6 de la línea de sucesión (Henry siendo el sexto) ha de obtener para desposar a quien guste. Así, se junta lo que tanto fascina a la gente, las prácticas antiguas refrescadas con un aire de modernidad, lo que hace que la monarquía inglesa sea de las más estables (con más del 80% de aprobación) entre las restantes de europa.
La ahora duquesa de Sussex se ha convertido en una celebridad de primer orden. Antes, solo una actriz de Hollywood de modesta fama, ahora forma parte de la élite mundial, con cobertura completa. No obstante, lo que ella le ha brindado a la monarquía es una dote equivalente a lo que ganado. De no ser así, no se le hubiera abierto la puerta. Ya que, al fin y al cabo, está en la línea de sucesión. Y, pese a que que prácticamente resulta imposible que llegue a ostentar la corona, en política nada está resuelto. Sino pregúntenle a la Reina, quien es producto de un incidente.
@NelsonTRangel
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