Caracas, 2 de septiembre de 2018
El fotoperiodismo es una de las grandes aportaciones de esta profesión a la sociedad. Darle cara a los conflictos ha logrado que se cree conciencia sobre los mismos, permitiendo que se oiga el reclamo de una sociedad más crítica y menos ciega de su entorno. Logrando que las exigencias colectivas sean mucho más acertadas, empujando a aquellos que toman decisiones a una posición más controversial y menos libre. En otras palabras, el fotoperiodismo ha servido -como el periodismo en general- como una contribución invaluable a la democracia.
El ejemplo que más me place de todos es el de la Guerra de Vietnam. Como es sabido, esta fue la primera guerra completamente televisada. Así, el conflicto bélico estaba lejos de ser una cosa de solidados; posicionándonos a nosotros, los ciudadanos, a la trinchera por medio del televisor. Por ende, las atrocidades de la guerra se hicieron conocer. Evidentemente, resulta mucho más efectivo darle cara al sufrimiento humano; en vez de tener que imaginárselo. Como mejor ejemplo del rechazo a estos tiempos bélicos tenemos al movimiento hippie. Si bien este había iniciado poco antes, podríamos decir que crecería a la par de un anhelo colectivo por la paz.
Dos noticias juntas se leen mejor que una.
Indudablemente existen muchos tipos de guerra, y en todas está presente el periodismo en primera fila. En Venezuela, oficialmente se viene diciendo que vivimos una guerra económica. No obstante, sea o no certera la tipificación, vivimos indudablemente una economía de guerra. Esta se ha traducido a escasez de alimentos, hiperinflación y un éxodo dramático que no tiene precedente en nuestro país. Venezuela ha pasado de ser un país receptor a uno emisor. Históricamente hemos recibido olas migratorias de todos los continentes. Por ejemplo, según la Organización Internacional para las Migraciones, en 2015, alrededor de 89 mil venezolanos vivían en otros países de la región; en contraste con 2017, cuando el número se elevó a la escandalosa cifra de 900 mil personas.
Toda la tragedia la ha venido acompañando el fotoperiodismo. Sin irme muy lejos, hay que mencionar la dramática imagen del hombre en llamas capturada por Ronaldo Schemidt durante las protestas del año 2017. Esta foto le ganó el premio World Press Photo 2018, siendo luego expuesta en Barcelona, España. La foto se presta para muchas interpretaciones, teniendo como la más acertada la terrible violencia que existe entre los venezolanos producto de un tremendo descontento social. José Victor Salazar, el protagonista de la imagen, sufrió quemaduras en 72% de su cuerpo, y su drama se convirtió en el de un país entero.
Como otro ejemplo del alcance del fotoperiodismo tenemos la portada de la semana pasada, 22 de agosto, del diario ABC. Aquí se publicaba una impactante foto de un grupo de personas -niños incluidos- abandonando el país por la carretera Panamericana a la altura de Ecuador. Acompañada de la imagen venía la leyenda: No es la Guerra de Siria, es Venezuela. Otro ejemplo reciente nos fue provisto por Reuters y el fotógrafo Carlos Garcia Rawlins. En un extraordinario album, fue capaz de colocar varios productos con su respectivo precio reflejado en efectivo venezolano. Si bien el reportaje fue publicado justo antes de la entrada en circulación del bolívar soberano, logró capturar la impresión que genera observar de cerca una hiperinflación. Siendo unas imágenes inéditas, que solo se asemejan a la de los tiempos de la República de Weimar.
Esta aportación fotográfica ayuda a que el exterior se haga una idea de la magnitud de la situación interna. Dos noticias juntas se leen mejor que una. Así, la primera, puede ser mejor entendida si lo vemos desde el punto de vista de la segunda. Quizá, de esta forma, esto contribuya a generar un poco más de empatía y recepción hacia los venezolanos que migran en busca de una vida. La misma recepción que nosotros tuvimos en su tiempo, con aquellos que la necesitaron.
@NelsonTRangel
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