Caracas, 9 de septiembre de 2018

 

El incendio del Museo Nacional de Río de Janeiro fue un golpe duro para la humanidad. Las impresionantes imágenes de la inclemente flama devorando el hermoso Palacio Real del S. XIX generaban una agonía tremenda al saber lo que se estaba perdiendo, sin nada que poder hacer. De hecho, algunas reflejaron los intentos desesperados de los cuerpos de bomberos por apaciguar el fuego. No obstante, el fuego fue tan inclemente que las mangueras a presión parecían simple gotas de agua, ante una llamarada infernal.

El museo databa del año 1818 y fue creado por el Rey portugués Juan VI. El mismo albergaba la impresionante cifra de 200 millones de piezas y más de 500 mil libros. Entre los objetos más preciados se encontraba Luzia; un esqueleto humano que databa de 11.400 años, el colosal meteorito de Bendegó, la mayor colección egipcia de América; que incluía una momia dentro de su sarcófago no abierto, una impresionante colección greco-romana; incluyendo importantes restos arqueológicos de Pompeya, entre otras cosas de incalculable valor. No obstante, el trabajo de 200 años y la historia de 12.000, fueron acabados en una sola noche, cuando la desidia de los hombres del presente se encargaría de hacer cenizas nuestra memoria. 

Las turbulencias políticas que ha venido viviendo el país han logrado que se le brinde más importancia al cortoplacismo.

El motivo del espontáneo incendio resulta, por los momentos, un misterio. El Ministro de Cultura, habla de un fallo tan común como un cortocircuito. Sin embargo, podríamos decir, que el motivo de fondo es la falta de financiamiento. Ante esto, los señalamientos no tardaron en surgir. La expresidenta Rousseff acusó al presidente Temer, ignorando que la crisis de los fondos se ha venido advirtiendo desde antes del mandato del mismo. De hecho, Luiz Fernando Dias, subdirector adjunto del museo, dijo que tenían años luchando, “durante diferentes gobiernos, para obtener recursos”, ya que los cien mil euros que se requerían para la conservación del recinto no se percibían desde hace 4 años.

Por ello, al momento de buscar culpables no debemos irnos muy lejos. Las turbulencias políticas que ha venido viviendo el país han logrado que se le brinde más importancia al cortoplacismo. Tanto así, que las pugnas internas han cobrado la vida de su propia historia. Y, como lo señala Màrius Carol, en artículo para La Vanguardia,Es difícil pensar que las generaciones futuras vayan a perdonar a los responsables políticos su falta de responsabilidad, de compromiso y de conciencia”.

 

Impacto social

Otro aspecto que quiero mencionar es la receptividad que tuvo el incendio en el público. Si bien fue una noticia bien difundida y bastante comentada, lejos se encontró de figurar como la “más importante” -debido al número de espectadores- ese fin de semana. Más bien, la perdida incalculable de patrimonio quedó opacada por algo tan banal como una boda. Quizá a nosotros, en Venezuela, poco nos retumbó la boda entre la bloguera italiana Chiara Ferragni y el rapero Fedez. No obstante, más de 21 millones de personas siguieron en directo el evento que se desarrolló en Sicilia. Esto sin contar la repercusión posterior que trajo, debido a la cantidad de reseñas que nos siguen persiguiendo, incluso, una semana después.

Particularmente me encuentro lejos de la farándula; nacional e internacional. No obstante, impresionó ver la cobertura que le brindaron los medios de comunicación y las redes sociales a dicha boda. No en vano, el evento se tradujo en una ganancia de €31 millones para las marcas que la patrocinaron. Solo a Dior, encargado del vestido de novia, le generó un valor mediático de €4.5 millones. Tan grande fue el impacto que, si bien tuvo menos público general que la boda del Príncipe Harry y Meghan Markle, fue más influyente en las redes sociales. Cabiendo acotar que la otra boda era la del sexto en la línea de sucesión de la corona británica.

En fin, que esta boda haya acaparado más atención que el devastador incendio en Brasil nos debería de llevar a la reflexión. Los humanos debemos aprender a priorizar lo atemporal, sobre lo temporal. Sino, nuestra indiferencia seguirá cobrando la vida de museos; es decir, nuestra propia historia.

 

@NelsonTRangel

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