Caracas, 30 de septiembre de 2018
Mariya Yúdina (1899-1970) fue una prodigiosa del piano. La artista rusa que habitó durante los tiempos soviéticos, le bastó con tocar en la radio el concierto para piano nº23 de Mozart para que Iósif Stalin quedara deleitado con su destreza. Pues al dictador se le puede acusar de cualquier cosa, menos de tener un mal gusto por la música. Inmediatamente mandó a grabar una copia de la maravillosa pieza para disfrutarla en privado. Así, pasaría a convertirse en la pianista favorita de Stalin, pese a las diferencias ideológicas que presentaba con el dictador.
La música ha de ser una expresión universal del alma.
Mariya fue una mujer subversiva. Era una voz que defendía fielmente a la iglesia ortodoxa, muy reprimida por los comunistas. Esto (y el hecho de haber nacido judía) no le salió barato. Tuvo una vida accidentada, llena de censuras, siendo penalizada múltiples veces, impidiéndosele así ejercer su profesión por años. No obstante, llegó a los oídos de Stalin, cuyo evento es narrado por Dmitri Shostakovich en sus Memorias. Él también músico soviético cuenta cómo recibieron una espontánea llamada al estudio pidiendo una copia del concierto que no habían grabado. Como al dictador no se le podía decir que no, procedieron rápidamente a prepararle el CD, haciéndoselo llegar la mañana siguiente.
La música ha de ser una expresión universal del alma. El oyente no requiere de otra cosa que sus sentidos para apreciar la melodía. Al escuchar, nos deberíamos despojar de cualquier cosa que nos ate ideológicamente a ella, y tratar de disfrutarla de la forma más pura posible. Al igual que las drogas, la comida, el sexo o el alcohol, la música nos hace liberar dopamina, lo que genera un impacto importante en nuestras emociones y estados de ánimo. Por ende, abstraernos y mantenernos neutral al escuchar música es difícil, ya que los sonidos despiertan algún recuerdo. Tanto así que existe la “musicoterapia” como tratamiento para pacientes que poseen Alzheimer.
El acto celebrado esta semana por el Frente Amplio en el Aula Manga de la UCV ha generado polémica por, precisamente, la música usada. Más allá de calificarlo en sí como bueno o malo, las opiniones se concentraron en el desprecio hacia Alí Primera, quien fuera utilizado para ambientar el evento. Así, los venezolanos demostramos una vez más preferir lo superficial, sobre lo fundamental.
Y, ¿es criticable? Alí Primera fue un cantautor político. Nunca buscó esconder sus ideales y apoyó una clara tendencia ideológica. Su música, es un himno para la izquierda venezolana, cosa que ha empleado correctamente en su mítines políticos. En lo personal, me gusta la música de Alí. Pero entiendo el rechazo que podría generar en algunos, puesto que se ha convertido en uno de los iconos más importantes del chavismo. Por ello, haberlo utilizado en un acto público opositor pudo haber sido un error muy tonto.
A falta de liderazgo, a los políticos no les queda otra que adaptarse a la sociedad. Hoy, impera una altísima polarización que busca diferenciarse con símbolos propios. Ambos lados han acaparado distintivos, convirtiéndolos en banderillas políticas que auto definen a un grupo. De ejemplos, tenemos la gorra tricolor de unos, y la indiscriminada adjetivación “bolivariana” de otros. Creando un triste escenario en donde los matices no existen.
Pese a que entienda el error, no puedo compartir la contundencia de la condena. A raíz de lo ocurrido, los más sensatos han salido a criticar la exageración de la indignación. Evidentemente, hoy en día nos hemos despojados de la racionalidad y adoptado la firmeza del discurso como nuestra forma de proceder. Ante esto, hemos perdido la empatía, la recepción, el entendimiento y la diversidad en la forma de pensar. Porque es entendible que la música despierte recuerdos, pero de ahí a estancarse en ellos e ignorar todo lo demás, resulta una tremenda estupidez.
Hasta Stalin pudo reconocer el talento puro, desnudo, cuando lo tenía en frente. No le importó de quién provenían las notas musicales, sino lo que expresaba. Porque, en todo caso, la música siempre ha de ser así, un elemento de unión, que se justifique -solo- a si misma.
@NelsonTRangel
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