Caracas, 25 de diciembre de 2018

 

Stan Lee murió la semana pasada. Precisamente el lunes 12 de noviembre de 2018. Como todas las personas que gozan de gran fama, su muerte generó un luto compartido, incluso por parte de aquellos que no le conocieran. Soy de esos que jamás ha leído una historieta cómica. Más allá de las viñetas de Mafalda cuando era pequeño, nunca me he sumergido en la fascinación de un comic, incluyendo los que escribió Lee. No obstante, he disfrutado de las adaptaciones cinematográficas que derivan de aquellas historias. Sin saber mucho, me he dejado captar por el universo Marvel, ganándose mi admiración hacia los creadores de fantasías.

En un mundo como el que vivimos, lleno de villanos reales, necesitamos de este tipo de entremetiendo heroico; sano, pensado y creativo. Vine a conocer la vida de Lee con su muerte, y debo decir que es tan fascinante como cualquiera de sus historietas. No solo porque vivió 95 años -casi 1 siglo- sino porque logró transmutarse en el universo que él mismo creó. Siendo famoso por sus espontáneas apariciones en las películas del universo Marvel, que le superaran, incluso, post-mortem, ya que dejó grabados varios cameos para las películas por venir.

En la realidad, no existe un héroe que te salve de la miseria humana.

Entre otras de las informaciones que se vienen develando a raíz de su muerte, está su nombre. Stanley Martin Lieberpasó a escoger “Stan Lee” como pseudónimo ya que no quería ser identificado como escritor de historietas. Al parecer, para el momento en que empezó a dibujar las mismas, consideraba “indigna” esa forma artística. Porque, al final, sus preocupaciones fueron bastante mundanas y, más allá de la fantasía que ideó, sus últimos momentos estuvieron rodeados de pugnas hereditarias por su fortuna de 70 millones de dólares. En la realidad, no existe un héroe que te salve de la miseria humana.

No obstante eso, los expertos aseguran que el entretenimiento es tan importante para la vida como lo son el comer y el respirar. Ciertos estudios aseguran que las propiedades de divertirse tienen una repercusión importante a nivel emocional. Incluso, la falta de ello, puede generar una “déficit de juego”, que podría ser una de las causas más comunes del estrés, y todas las demás enfermedades que se derivan a partir de ello. Pero ¿es bueno siempre estar jugando?

En Venezuela tenemos a un gobernador que se cree superhéroe. Esto -bien sabemos- no es ningún secreto, ya que se apoda de la misma manera que el Conde Vlad Tepes, y parece que su objetivo fuera el de convertir al Estado Carabobo en una Transilvania tropical. Rafael Lacava es una político atípico, que nos hace sentir dentro de un comic de Stan Lee. Todas sus acciones son bien divulgadas por él mismo a través de sus redes sociales, en donde se disfraza, canta, baila y “lucha contra los villanos”; como si de un juego se tratara. Si sus métodos son o no efectivos, lo desconozco, pero como animador cumple bien su objetivo. Este personaje me causa perplejo. Evidentemente es producto de nuestro absurdo, pero aún fallo en decidir si es una genialidad política o simplemente alguien un poco trasnochado.

Más allá de eso, algo que podemos tener por seguro es que muchas de sus ideas carecen de legalidad. Por ejemplo, lo más famoso, “el carro de Drácula”, representa una mera forma primitiva de escarnio público. El transportar por las calles a un individuo dentro de una jaula para degradarlo frente a la opinión pública es violatorio de la misma dignidad humana. El hecho recuerda a las técnicas aplicadas 1 siglo atrás cuando, por ejemplo, Cipriano Castro ordenó que el banquero Manuel Antonio Matos deambulara por las calles en mangas de camisa, como castigo a su subversión armada.

En fin, desconozco si se ha llevado a cabo alguna marcha de la vergüenza. Pero suelo seguir todos sus despropósitos sin saber si se trata de un político, un patinetero, un comediante, o un cantante de reguetón. Como sea, el alcance del gobernador no se limita a su estado. Lacava es, pese a su perfil, el vocero del gobierno venezolano frente al estadounidense y, más aún, para muchos resulta presidenciable. La política venezolana en un comic.

 

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