Caracas, 2 de diciembre de 2018

 

Los escándalos en España parecen no cesar. Un país que clama estabilidad, se ve frecuentemente sumergido en noticias semanales de corrupción. La última, el caso de Ignacio Cosidó, ex director general de la Policía y ahora portavoz del PP en el Senado. Pues a este político se le filtraron unos mensajes de “WhatsApp” en donde expresaba su alegría por el pacto del PSOE y PP sobre el nombramiento de unos magistrados, cosa que le permitiría a los Populares controlar la Sala Penal (con sus palabras) “desde atrás”. Evidentemente, un mensaje vergonzoso para un país del cual se espera un funcionamiento institucional independiente, justo y ético.

El que no existan los escándalos no significa precisamente que se deba a la ausencia de malhechores. La semana pasada circuló la noticia de que Alejandro Andrade confesaba en los EE.UU. que había aceptado 1 billón de dólares en sobornos. La inimaginable cifra parece quedarse corta, ya que supuestamente la fortuna que amasó Andrade es muy superior a aquella confesada en ese momento. ¿Cómo un funcionario del Estado puede robar descaradamente sin levantar ninguna alarma? 

Hay pocas cosas que resultan más bochornosas para un país que admitir su propia corrupción.

El caso Andrade sirve para muchas cosas. Todas ellas evidentemente vergonzosas. Creo que en la historia de nuestro país nunca ha habido un caso tan descarado como este. El Presidente Carlos Andrés Pérez fue acusado de peculado por utilizar 250 millones de bolívares (poco más de 2 millones de dólares de hoy) en la campaña presidencial de Nicaragua de la época. En contraste, Andrade manejó las finanzas del país por casi una década, para luego retirarse plácidamente en Wellington (EE.UU.) sin despertar ninguna sospecha dentro del gobierno venezolano. Como si fuera normal hacerse billonario luego de ocupar un cargo público.

Hay pocas cosas que resultan más bochornosas para un país que admitir su propia corrupción. Por ello, es importante que la diferencia entre Estado y Gobierno sea clara. Que las instituciones permanezcan fuertes e independientes. Y, sobre todo, que se tenga presente que los individuos llamados a gobernar son provisorios, mientras que el Estado ha de ser perpetuum. Por lo que hay que velar por robustecer al segundo, en vez del bolsillo de los primeros.

Pese a todo lo dicho, cuando la justicia (y el resto) se maneja “desde atrás” se presta para tapar los escándalos. En el Palazzo Marino de Milán está inmortalizado sobre las paredes del Consiglio Comunale (Asamblea legislativa de la ciudad) unos extractos de Cicerón. Estos pensamientos sacados de De Legibus son un recordatorio a todos los que se sientan ahí. Uno de ellos reza: “Caussas populi teneto”, llamando a los gobernantes a tener siempre en cuenta que su causa es la de los ciudadanos, rechazando así las tentaciones personales y enfatizando el siempre anhelo democrático. Cicerón fue de esos hombres que veló siempre por los valores republicanos, hasta el punto que sus Filípicas le salieron caras, pues fue degollado poco después de su publicación. Pero hoy, dos mil años más tarde, sus ideas viven en aquellos que trabajan por la creación de un mundo justo.

Evidentemente ni Cosidó ni Andrade han leído al autor. Para ellos la política es un mecanismo que sirve a su bienestar personal. Muy al contrario de lo que pensaba el político romano cuando escribía que la patria “no nos engendró ni educó con la condición de que no pudiera esperar de nosotros [nada], sirviendo sólo a nuestra comodidad un lugar tranquilo y en paz, sino que se tomó ella en garantía, para su propio interés, gran parte y lo mejor de nuestro valor, ingenio y prudencia, y nos dejó para nuestro particular provecho tan sólo lo que le pudiera sobrar a ella”.

Describir al buen político no es cosa fácil. Otras veces he usado a Azorín para hacer un acercamiento al perfil que habría de tener el mismo. No obstante, Cicerón resulta de ayuda cuando nos afirma que solo será nuestro lo que pueda sobrar. Y, si bien de muchas cosas no estoy seguro (y muchas otras no las sé), resulta evidente que hoy en día a nuestra patria no le sobran muchas cosas. Un billón de dólares no siendo la excepción.

 

@NelsonTRangel

nelsontrangel@gmail.com

http://www.netrangel.com