Caracas, 9 de diciembre de 2018

 

Si bien muestran sus desproporciones, el sensacionalismo de la gran pantalla hace de las narco-series generadores de empatía por parte del público hacia los narcos.

El 2 de diciembre se cumplieron 25 años del asesinato del capo de la droga Pablo Escobar. Quien se echara encima un país entero, requirió de un trabajo conjunto sin precedentes para poderlo detener. El Estado colombiano, la CIA, la DEA, los “Pepes”, los demás carteles, etcétera. Todo un conglomerado inédito para ponerle fin a alguien que esparció cuánto terror pudo, dejando un país en donde todos tuvieron a alguien a quien llorar. Hoy, más de dos décadas después, es recordado por grandes series de televisión que no necesariamente lo desacreditan. Si bien muestran sus desproporciones, el sensacionalismo de la gran pantalla hace de las narco-series generadores de empatía por parte del público hacia los narcos. Tergiversando así lo que realmente constituyeron, e irrespetando el dolor de un país que sufrió tanto.

A propósito de esta fecha, Armando Neira, Editor de cultura y entretenimiento de El Tiempo, escribió un extraordinario artículo titulado Por Qué Colombia dice #NuncaMásEscobar. El autor afirma lo siguiente:La historia de Pablo Escobar, el ‘patrón del mal’, tiene dos caras. Una de ficción, representada, entre otros actores, por el carismático Andrés Parra, el brasileño Wagner Moura ][…]o la cinematográfica del español Javier Bardem. En esta historia también hay insólitos restaurantes con su nombre, camisetas con su rostro y libros de todos los géneros.La otra, la real, es dolorosa y sangrienta. Ocurrió aquí, en las calles colombianas, y no fue glamurosa. Al contrario, la sufrieron 34 millones de habitantes, la población del país en la época, que se topaban con el miedo a la vuelta de la esquina”.

El Escobar de hoy parece no rendirle tributo al Escobar de ayer. Hoy, Pablo, le pertenece a quienes no lo sufrieron. Estas producciones lo han vendido como un héroe social, por su condición de antagonista del sistema. Según varios psicólogos, es normal que nos atraigan los villanos, y más aún sí están embellecidos por el sensacionalismo de la televisión. Ty Burr escribía en The Boston Globe –recogido por El País-que “los villanos hacen lo que nosotros podríamos hacer si tuviéramos el valor para hacerlo”. Es decir, nos gustan porque nuestra propia condición humana hace que simpaticemos más con ellos; ya que cometen errores, en vez de con los héroes; porque no los comenten.

A propósito de ello, el pasado noviembre Netflix estrenó la serie Narcos Mexico. Como todas las producciones de gran envergadura, resultó un éxito total. Este país es un caso delicado de tratar. Cuatro de cada diez mexicanos piensa que los carteles tienen más poder que el propio Presidente de la República. Situándolos -con un 39%- como el grupo más poderoso en todo el país. Y, desde que se declaró la Guerra contra el Narcotráfico en 2006, se han reportado en el país más de 250.000 homicidios. Esta escandalosa cifra ha ido escalando, incrementando año tras año (17% en 2018) para que del total de homicidios 75% sean derivados de la guerra contra las drogas.

Esta semana tomó posesión Andrés López Obrador como Presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Su elección causó la polémica usual, viviendo en un mundo globalizadamente polarizado, en donde cada elección, por más pequeña o grande que sea, es de interés mundial. AMLO -como se le conoce- hizo varias propuestas interesantes. Entre ellas está su plan de austeridad, que pretende aplicar empezando por él mismo. Apenas llegó Palacio Nacional, puso a la venta el lujosísimo avión presidencial (que le habría costado a México unos 218 millones de dólares), anunciando que de ahora en adelante viajará en vuelos comerciales.

No obstante, las miras están puestas sobre el problema de la violencia. Por un lado, ha hablado de la legalización de ciertas drogas y, por otro, de una eventual pacificación. Lo primero parece una tendencia mundial. Lo segundo, una propuesta valiente en un país cuya política en los últimos 12 años ha sido la de la guerra total. Es decir -según sus palabras- ha sido la política de apagar fuego con fuego, cuyas conclusiones solo han arrojado más muerte y más miseria. Las estadísticas lo confirman.

 

@NelsonTRangel

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