Caracas, 23 de diciembre de 2018

 

Quizá resulte un poco tarde para hablar de los chalecos amarillos. O, más bien, quizá aún sea demasiado temprano. Este movimiento, que se generó en París a mediados del mes pasado, no deja de sorprender. Lo que nació como una protesta hacia el aumento del precio de la gasolina, casi le cuesta la presidencia a Emmanuel Macron. Quien tuvo que disponer de alrededor de diez mil millones de euros en concesiones -además de echar para atrás sus políticas reformistas- para sobrevivir en El Eliseo.

Este evento nos trae muchas reflexiones. La primera y más evidente, la capacidad de protesta que tienen los franceses. Pese a varios muertos, cientos de heridos y miles de detenidos, el Estado francés se ha situado en jaque permanente cuando no puede ni siquiera prever en dónde se generará la próxima protesta. Y es que un “chaleco amarillo” puede ser cualquiera, ya que la prenda fosforescente que usan para protestar es obligatoria para cada automovilista francés en caso de que tenga un incidente en la vía. Además, es un movimiento sin líderes ni padres, lo que lo hace aún más complejo de apaciguar, ya que no hay un vocero claro a quien enjuiciar, ni con quién negociar.

Macron llegó con un éxito inusual a la primera magistratura del país. Quien no fuera político, prometía sacar a Francia del estancamiento del último quinquenio. Su antecesor, François Hollande, se había vendido en su campaña de 2012 como un presidente “normal”, cumpliendo así aquello que llegase a decir François Mitterranden su crepúsculo: “Soy el último de los grandes presidentes. Después de mí, sólo habrá financieros y contables”.

“Es de temer que la revolución, como Saturno, acabará devorando a sus propios hijos”. Danton

Sobre el actual presidente -por cierto, un financista- he escrito varios artículos. El primero, data  poco después de que asumiera la Presidencia de la República. Admito que coloqué una confianza exagerada sobre quién jamás se había desenvuelto en política. En ese entonces escribí: “su presencia en el Eliseo promete ser realmente revolucionaria”, jamás imaginándome que la revolución que iniciaría sería la misma que casi le costaría el cargo.

En casos como este es difícil no hacer una similitud con los tiempos revolucionarios franceses. La Revolución Francesa no perdonó a nadie. Le pertenece al revolucionario y político francés, Georges Danton, aquella famosa frase que dice: “Es de temer que la revolución, como Saturno, acabará devorando a sus propios hijos”. Razón no faltándole, ya que ni el mismísimo Maximilien Robespierre -artífice principal de la caída del antiguo régimen- pudo salvarse del filo de la guillotina.

Otro aspecto interesante de considerar es el alcance de ambas revueltas. Si bien la revolución del siglo XVIII tuvo una proyección universal, la globalización de hoy ha generado que los chalecos amarillos se propaguen rápidamente por Europa. Austria, Bélgica, Alemania, Hungría, Serbia, entre otros. En todos estos países se ha observado el eco de las protestas parisinas, generadas bajo la idea de que por medio de la violencia se pueden conseguir cambios positivos. Aquí entró la culpa de Macron, que cedió demasiado -y demasiado rápido- ante las presiones. Lo que expuso la teoría de que quemando una ciudad se pueden conseguir resultados favorables. Condenando así a países menos ricos, que no tienen diez billones de euros para regalar.

El tomar medidas de esta manera, a la ligera, sin considerar plenamente sus efectos, acarrea serias consecuencias que podrían no verse en la inmediatez. El déficit fiscal de Francia aumentará a 3,6%, superando el límite que Bruselas permite de un 3% respecto al PIB. No obstante ello, el Presidente aún se encuentra bajo la espada de Damocles, ya que sus políticas parecieron tener un cierto efecto, más no todo el deseado. Por eso, cuando se pretende iniciar una revolución, habría que recordar bien a Robespiere, ya que: “Los pueblos no juzgan de la misma manera que los tribunales de justicia; ellos no pronuncian sentencias, sino que lanzan rayos; ellos no condenan a los reyes, sino que los dejan caer en el vacío; y esta justicia es tan válida como la de los tribunales”.

 

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