Caracas, 3 de febrero de 2019
La situación actual de Venezuela es compleja en todos sus aspectos. ¿Cómo llegamos aquí? Es la pregunta habitual en un escenario tan extraño como caótico. Por más que sea, es anormal un país que tenga dos Parlamentos, dos Tribunal Supremo, dos Fiscal General y dos Presidentes. Y esta ha sido la consecuencia máxima de la polarización creada por años, engendrada durante décadas. Una separación y odio social que generó dos bandos; ahora cada uno conformado por sus propios poderes. Venezuela es, en consecuencia, el vivo ejemplo de que la polarización, si se deja crecer descontrolada, llega a crear rupturas irreconciliables; llega a crear dos países en todos sus aspectos.
Quedará para los historiadores evaluar -despojados de las pasiones de hoy- cómo llegamos aquí. Pero un elemento importante que tendrán que considerar será la hybris venezolana. El concepto de “hybris”, para los griegos, tenía que ver con toda la desmesura, con los excesos. Generalmente, ella es la causante de toda tragedia, ya que contrapone a los conceptos más enaltecidos por los helenos, en donde resalta aquel de la moderación. Por ende, embriagarse de cualquier cosa -sea poder, soberbia, vanidad, etcétera- será sin suda el inicio del final de toda tragedia griega.
Quien diga que el chavismo no ha pecado de soberbia, ha sido ciego ante la circunstancias. Embriagados de victorias, se han acostumbrado a gobernar solos, sin compartir grandes esferas de poder. En la democracia, el balance de las fuerzas políticas es necesario, no existiendo la misma, se corrompe el sistema y a su vez el Estado. El PSUV ha demostrado, una y otra vez, su negativa absoluta de gobernar con otros, por lo que ha constituido poderes paralelos para cubrir aquellos espacios que no controla. Lo hizo en Caracas, cuando perdió la alcaldía metropolitana y decidió crear una alcaldía paralela; luego llevó la fórmula a los estados, creando “protectorados” en aquellos que no controlaba. Es decir, asegurándose de que su influencia no vacilara en ningún espacio del país.
(…) uno no puede jugar sucio por tanto tiempo y pretender que todo salga bien.
No obstante, estos excesos fueron aceptados, a regaña dientes, por la población en general. Si bien muchas voces se alzaron en contra de ellos, Chávez seguía siendo una figura estrella en la política nacional, a quien aparentemente todo se le permitía. Eso cambió. Hoy el PSUV no es mayoría (lo indican todas las encuestas), sino que es, quizá, la minoría mejor cohesionada. Por su parte, la oposición, por incompetencia organizacional -y por choque de ambiciones-, no había logrado capitalizar la mayoría del país que se opone al gobierno actual. Sin embargo, el verdadero principio del declive del poder actual se dio en 2015. Ya que, sesgados por su hybris, el chavismo subestimó el descontento popular y dio por sentado que ganaría por amplio margen las elecciones parlamentarias. No fue así, y tremenda sorpresa que se llevó.
El parlamento llegó pretendiendo cambiarlo todo. Pecaron en querer manejar la política con la misma soberbia que el chavismo ha tenido en su gestión. No en vano; la sociedad estaba sedienta de vendetta y sus líderes sucumbieron ante este llamado, en vez de aprovechar las instancias de poder para construir una Venezuela de entendimiento. Porque, al fin y al cabo, nuestra historia es esta, una interminable revancha que no acepta otorgarle espacios al adversario. El chavismo llegó así, y jugó de manera cuestionada durante muchos años para mantenerse solo en el poder. Y, a la larga, uno no puede jugar sucio por tanto tiempo y pretender que todo salga bien.
Entonces llega Guaidó, también de manera irregular, pero respaldado por grandes sectores nacionales e internacionales. Ahora tenemos el escenario que nos merecemos, el que han querido construir irresponsablemente nuestros políticos. Una sociedad profundamente dividida al borde del colapso institucional. Cada día, un país toma partido en esta contienda. La que será la prueba final que tendrán los políticos de esta generación para acomodar el país que ellos rompieron; o pasar a la historia como aquellos que infundieron odio irreconciliable en una sociedad. Los dados están echados.
@NelsonTRangel