Caracas, 24 de febrero de 2019
Una escalada bélica del conflicto venezolano debería ser el fin menos deseado. He leído algunos racionales que descartan la guerra, mientras reciben críticas de todos aquellos que si bien la buscan, se rehusarían a formar parte de ella. La guerra no es un juego, y deberíamos de ser conscientes de ello. Por eso no bastarán las veces que nos opongamos a un escenario catastrófico, así nos expongamos nosotros mismos a recibir críticas de parte de aquellos que lo anhelan.
La diplomacia ha de ser la primera línea de defensa de cualquier país. Durante la Guerra Fría, Moscú y Washington mantuvieron abierto su canal diplomático que los ayudó a evitar un conflicto en caliente. Nosotros, inexpertos o torpes, hemos optado por menospreciar el mismo, rompiendo relaciones y abandonando foros, como si la diplomacia se tratara de un juego. Hoy, es entendible que ella es más necesaria que nunca, sobre todo por las extrañezas de nuestro caso. Ya que los países que han reconocido a Juan Guaidó han aceptado a sus Embajadores, mientras los que reconocen a Nicolás Maduro, mantienen a los suyos. En fin, Venezuela será un caso de estudio.
Más allá de eso, pareciera que dentro de nuestro territorio se librasen dos guerras paralelas. La primera, en menor escala, aquella de los propios venezolanos. Dos sectores se han conformado (con respectivos apoyos) y están batallando en todos los niveles y de todas las maneras; llegando, incluso, a una batalla de conciertos musicales. La segunda, a mayor escala, parece una Guerra Fría 2.0. Es decir, una guerra entre Estados Unidos y Rusia/China/Turquía, siendo Venezuela un proxy indirecto de aquella confrontación.
En el medio de esto estamos nosotros, un pobre país quebrado, que parece más bien un tablero de ajedrez
Meto a Rusia, China y Turquía juntos por dos motivos. El primero, porque si bien Rusia tiene unos arsenales nucleares enormes (más de 7.000), no tiene la capacidad económica que alguna vez tuvo para hacerle contrapeso a los EE.UU. Por dar un ejemplo simbólico, la economía rusa es, incluso, menor a la economía del estado de Texas. Es decir, de los 50 estados, solo basta 1 (sí, uno de los más importantes) para hacerle contrapeso a los rusos.
Ahora, agrego China por un conflicto comercial. Es verdad que en esta coyuntura venezolana han optado por la discrecionalidad. No se han inmiscuido tanto como los rusos, y han preferido permanecer fuera y velar por sus intereses. No obstante, la guerra comercial con los Estados Unidos está viva, y si no se resuelve bien, Venezuela podría servir de terreno para drenar diferencias. Finalmente tenemos a Turquía, una alianza nueva del gobierno venezolano. Turquía y EE.UU no se llevan nada bien. Su principal conflicto actual no se gesta en el Caribe, sino en el norte de Siria. Si bien Estados Unidos se retirará de la guerra, no quieren irse sin garantizarle cierta seguridad a sus aliados Kurdos, los mismos que Erdogan ha prometido atacar apenas se retiren los estadounidenses.
Así, se forman las alianzas de Nicolás Maduro, con tres países fuertes, que no tienen nada en común. Erdogan no es de izquierda, sino un conservador derechista, con tendencia islámica. China es comunista en política, pero capitalista en su economía. Y Putin ha dicho que un regreso al socialismo es impensable para Rusia. En medio de este pasticho político/ideológico tenemos al actor más frontal, Vladimir Putin. En su discurso sobre el estado de la nación ante el Parlamento en pleno, alertó, con amenaza clara, que si Estados Unidos coloca sus misiles en Europa, Moscú no dudará en hacer lo mismo; apuntando sus cohetes tanto a la Unión Europea como a los EE.UU. Por su parte, Trump es un provocador y también un temerario. Pretende manejar la política como le plazca, haciéndose del gran peso que tiene su país en el orden mundial.
En el medio de esto estamos nosotros, un pobre país quebrado, que parece más bien un tablero de ajedrez movido por los actores fuertes del orden mundial. No me queda más que desear que el conflicto se resuelva en lo interno y no haga falta que los factores externos participen en él. Ya que, al final, no lo estarían haciendo por nosotros, sino por sus propios intereses.
@NelsonTRangel
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