Caracas, 10 de marzo de 2019

Luego de la muerte de Alejandro Severo, el Imperio Romano se sumió en una anarquía que duraría cincuenta años; es decir, hasta la llegada de Diocleciano. Algunos historiadores narran que el último mencionado no hizo parte de Roma, sino más bien de su cadáver. Para mediados del 200 d.C., el Imperio era solo un recuerdo nostálgico de lo que alguna vez llegó a ser. De hecho, muchos consideran que lo único que le quedaba de “romano” era el nombre.

De las situaciones coyunturales que se presentaron en esta época, muchas de ellas son interesante ya que tienen una vigencia tremenda en nuestros días. Settimio, quien gobernó 17 años, introdujo una novedad que vivirá hasta hoy: el servicio militar obligatorio. Era, como narra Indro Montanelli, el reconocimiento de la decadencia guerrera del Imperio y de su irremediable situación. Además, Roma había sido un Imperio sin muros. Las grandes murallas que recubrieron las ciudades son símbolo del medioevo. Uno que, de hecho, empezó a erigirse durante el Imperio y sería otra marca de su decadencia. Se empezaron a construir con Diocleciano, quien es recordado por los historiadores como un gran Emperador. O, al menos, uno necesario. Ya que no hizo mucho para evitar la caída, pero logró posponerla veinte años. 

Diocleciano es uno de los primeros socialistas de la historia. De hecho, su experimento fue de planificación de la economía, nacionalización de la industria (si es que existía tal cosa) y multiplicación de la burocracia. Vinculó la moneda a una tasa invariable de oro (en nuestros términos actuales: implementó un control cambiario) y, en el año 301 d.C., fijó un control de precios, conocido como losammassi; todo esto mil quinientos años antes de que Marx escribiera una sobre palabra. Teniendo así las cosas muy bien reguladas por el estado, pero igual fracasando. Porque desde el siglo III d.C. se evidenció que el estado puede regularlo todo, todo menos la naturaleza humana.

El mundo de hoy ha dejado de ver al ayer.

Cuando la historia es presente, no es necesario conocerla para saber qué ocurrió después. Llovieron los arrestos, cientos de miles fueron multados por el fisco. Y, por primera vez en la historia de la Urbe se veía a los ciudadanos romanos cruzar los límites del imperio para migrar a los países bárbaros. Un Imperio que había estado formado por extranjeros estaba atravesando su última decadencia. Llegando al punto en que las personas cruzaban la “cortina de hierro” en búsqueda de algo mejor. Demostrándonos que la historia es cíclica y que cualquier parecido con la actualidad seguramente no es ninguna coincidencia. 

A partir de este punto nada fue rescatable. La caída vertiginosa del Imperio Romano no logró detenerse hasta su desintegración. Hoy en día lo que nos queda de esa gran civilización fue el haber logrado universalizar la estructura social que nos alcanza. Roma recogió lo griego, lo oriental, lo egipcio y lo cartaginés. Lo mezcló todo, le dio un idioma (el latín), una ley y una religión (el cristianismo). Así, hasta nuestros días, en donde todo occidente es heredero de un Imperio que fue, en su momento, señal plena de integración. Y, si bien es verdad aquello que reza que la historia no se repite, es igualmente cierto que los eventos pasados nos sirven para alertar el posible resultado de los eventos presentes. A esto le llamamos experiencia.

El mundo de hoy ha dejado de ver al ayer. No solo los experimentos socialistas de la economía continúan tratándose y fracasando incansablemente. Sino que existe una ola xenófoba que va en contra de todo aquello que representó el Imperio Romano. En Europa es fuertemente percibida, sobre todo en ciertos países como Italia, que se han hecho de gobiernos vergonzosamente racistas. Lo último, fue el nefasto comentario del líder de la Lega, Matteo Salvini, en contra del ganador del famoso festival de música San Remo. Mahmood es un italiano de padres egipcios, y ganó el festival con un tema titulado Soldi en dónde combina, en la letra, sus dos culturas.

Habría que recordarle a Salvini que el síntoma de progreso romano fue la inmigración. Y el fin se empezó a ver con la ida de las personas. Y no al revés.

 

@NelsonTRangel

nelsontrangel@gmail.com

nelsontrangel@gmail.com