Caracas, 7 de Julio de 2019
No es un secreto para nadie el favoritismo existe dentro de las familias. Si bien la mayoría lo busca negar, en el fondo saben que su afección recae con más fuerza sobre un miembro en específico. Esto no lo digo yo. Cantidades de estudios, psicólogos y autores especializados en la materia, se han cansado de ofrecer pruebas y estudios al respecto. Uno de los más importantes (y contundentes), es Jeffrey Kluger, quien afirma que el 95% de los padres tiene preferencias, mientras que el 5% restante, miente.
Pese a que sea natural, no deja de ser inusual un padre que admita públicamente su favoritismo. Es mejor ocultarlo, aunque igual se suela evidenciar por medio de los mismos actos. No ocurre, sin embargo, con Donald Trump, quien manifiesta cada vez que puede su excesiva admiración por su hija Ivanka; pese a que tenga 5 hijos en total. Esta relación padre-hija ha despertado la atención de los detractores de Trump. Algunos, bajo la sospecha de una conspiración criminal. Otros, bajo una preocupación real: el nepotismo descarado en la Casa Blanca.
Para cualquier Latinoamericano (sobre todo venezolano) el nepotismo es otra de las ventajas del poder. Esta visión, errada desde cualquier punto, es uno de los principales cánceres de nuestra sociedad. Mientras que la meritocracia sea puesta de lado en favor de un primo, el país seguirá estancado en el subdesarrollo. Ahora, los países más prósperos suelen estar vacunados al respecto. Sobre todo porque las democracias más funcionales contienen mecanismos de transparencia que prohíben (o, al menos, intentan) que el Estado se corrompa. Estados Unidos no es la excepción, existiendo una Ley antinepotismo de 1967, la cual prohíbe, entre otras cosas, que la familia del Presidente ocupe cargos en su administración.
Pero al temerario Trump no le gusta eso de seguir las reglas, y lo único que lo diferencia de cualquier otro régimen autoritario es ser precisamente el presidente de un país con una separación de poderes ejemplar. Sin embargo, abusando de interpretaciones estiradas, le concedió a “La Primera Hija” (como él mismo la ha llamado) y a su esposo, cargos dentro de la propia Casa Blanca. ¿Cómo? Pues bajo una figura ad honorem, es decir, sin un salario.
Ivanka ha de ser para el feminismo lo que Venezuela pueda ser para el orden mundial: una ficha manipulable en un tablero de ajedrez político.
Ivanka es la mejor representación de la política incorrecta. También es el ejemplo por excelencia del “hijo favorito”, y los síntomas descritos por los profesionales de la materia. Es la única que se suele reunir con Jefes de Estado en cumbres internacionales. Lo que hace pensar que la presión que coloca Trump sobre ella tiene como fin crear un nuevo candidato presidencial.
Ivanka no estudió para ser política, ni dentro ni fuera de la universidad. Hasta antes de que su padre fuera Presidente, vendía ropa (su propia marca) en ciertas boutiques de Nueva York. Esta semana, compartió con líderes del G20: Macron, May, Trudeau, Lagarde (Directora del FMI); siendo la única sin cualificación alguna que se inmiscuida en un grupo que la debía tolerar.
Las críticas no tardaron en llegar: consuela saber que el sentido común parece seguir prevaleciendo ante tanta desfachatez. Ante ellas, la respuesta de la Casa Blanca ha sido la de escudar a Ivanka como un Paladín del feminismo, la voz de las mujeres en el mundo. Irónico ya que ella ha de ser para el feminismo lo que Venezuela pueda ser para el orden mundial: una ficha manipulable en un tablero de ajedrez político. En su caso, movida por su propio padre. Contrasta, en cambio, con May, Lagarde o Merkel, verdaderos baluartes de las mujeres que le rinden justo tributo a las capacidades que pueden llegar a conquistar.
En fin, la democracia estadounidense está cursando una de sus más intensas pruebas. Falta ver si sus mecanismos logran sobrevivir a los Trump. Los cuales, por cierto, desde que llegaron a la Casa Blanca se han encargado de hacer enemigos. Y quizá ese sea el motivo por el cual el Presidente conserve tan de cerca a su familia. Al fin y al cabo, en política en alguien se tiene que confiar.
@NelsonTRangel
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