Caracas, 28 de Julio de 2019
El color amarillo puede llegar a ser un excentricismo codiciado. Desde la antigua Roma -mucho antes del Imperio- narra Indro Montanelli que los oriundos romanos veían con especial atracción a las mujeres de cabellera dorada. Como representante máxima de ese encanto -y varios siglos después- tenemos a la hermosa Lucrezia Borgia, hija del papa Alejandro VI y miembro de la controversial familia renacentista. Incluso hoy en día se puede apreciar, como si de una reliquia eclesiástica se tratase, un mechón de su cabellera bien conservada en la Pinacoteca Ambrosiana de Milán. A la cual el poeta inglés George Byron expresó haber visto el cabello más rubio jamás imaginado. Pues la importancia de la cabellera parece tanto que la misma reposa al lado de los guantes que Napoleón tenía puestos en la Batalla de Waterloo, es decir, la que le costó el Imperio.
Hago estos incisos históricos para precisar que el color amarillo no solo representa lo que muchos psicólogos dicen: miedo, celos, envidia y egoísmo. Sino que también despierta en nosotros la más elevada admiración. A mí me gusta el color, pero siempre lo he asociado inevitablemente a los semáforos de tránsito. Es decir, antes que nada, para mí el amarillo es una señal de alerta, de cautela y de prevención.
Una de esas amenazas amarillas surgió precisamente esta semana. Hablo de Boris Johnson, el flamante nuevo Primer Ministro de Inglaterra que asume el cargo en medio de la crisis más compleja que atraviesa el Reino Unido después de la Segunda Guerra Mundial. Johnson es un populista impulsivo, carismático, que dice lo que la gente quiere escuchar. A pocos días del referéndum del Brexit expresó su apoyo a la Unión y al libre mercado, solo para que poco después saltara talanquera y se convirtiera en uno de los más grandes promotores de la salida.
La responsabilidad ahora recae en Johnson, un interesante personaje que despierta sentimientos polarizados.
Boris es esa persona que, o está terriblemente mal informado, o no le importa mentir. Su mayor consigna durante la campaña pro Brexit era que fuera de la Unión, los ingleses se ahorrarían 350 millones de libras por día. Además, es un mal administrador, así lo demostró mientras ostentó la alcaldía londinense en donde se estima que derrochó casi un billón de libras en proyectos que ningún provecho tuvieron. Desde una escultura gigante de metal, hasta un teleférico que cruza el Támesis. El criterio de Johnson se pone en duda sobre todo cuando en el cargo de Primer Ministro de Reino Unido viene sobre entendido el cargo de Primer Lord del Tesoro.
Más allá de los posibles despilfarros que se podrían cometer, existe un evidente temor del acuerdo para concretar el Brexit. Theresa May tuvo que dimitir ya que el suyo -que logró junto a los 27 países de la Unión- fue rechazado numerosas veces en el Parlamento de su país. Boris es más pragmático, no es su prioridad llegar a un acuerdo: “Reino Unido abandonará la Unión Europea este 31 de octubre, con acuerdo o sin él”.
Aquí entramos en dos de los conceptos más repetidos estos últimos años: Brexit duro o Brexit blando. El blando hace referencia a la salida de la Unión acordando una serie de mecanismos para que el trauma sea amortiguado. El acuerdo de May, por ejemplo, contemplaba 21 meses de transición luego del 31 de octubre para poder adaptar muchos de los tratados económicos que ahora tendrá que suscribir RU luego de abandonar los multilaterales de la UE. En cambio, el Brexit duro, es simplemente salir sin un acuerdo, salir sin el colchón. Esto indicaría un verdadero desastre para la economía inglesa; ya el Banco de Inglaterra lo ha estimado en 100.000 millones de euros y una caída del PIB de entre 2% y 8% en los próximos 10 años.
Más allá de las proyecciones, nadie sabe realmente qué sucederá. Los europeos se encuentran frente a un escenario de puro desasosiego. La responsabilidad ahora recae en Johnson, un interesante personaje que despierta sentimientos polarizados. Mientras su cabellera rubia seduce a los eurocépticos, hace temblar a quienes les apuestan a la unión. No quiero seguir juzgando a alguien precipitadamente, pero recuerdo que el amarillo es un color que nos ha de indicar precaución.
@NelsonTRangel
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