Caracas, 4 de agosto de 2019
Lo peligroso de la inmovilidad, es que no nos percatamos que los demás continúan avanzando. El mundo se mueve, pero Venezuela sigue liderando la carrera en retromarcha. Esta semana no ha sido diferente. Mientras algunos países se venden orgullosos de su progreso (últimamente lo vimos con el vigésimo aniversario del Rey Mohamed VI, de Marruecos), el FMI advierte que el nuestro registró la pérdida más grande de riqueza del mundo en los últimos 50 años. Una total vergüenza.
Pero la crisis no es solo económica, sino también social. Nuestro retraso ha invadido el debate público y los temas más sensibles del milenio resultan banales para nuestra sociedad. El aborto, los derechos LGBT, el feminismo, el reciclaje, el calentamiento global, etcétera. Todos son temas que se consideran -erróneamente- secundarios, y se pretenden así no abordar. Porque mientras nosotros nos sumimos en una eterna lucha política, no vemos que la humanidad exige retos colectivos. Al fin y al cabo, ¿de qué sirve la incansable lucha por el poder, si nos quedamos sin mundo que gobernar?
El mudo en el 2050
El informe sobre Perspectivas del Medio Ambiente Mundial se presenta ante la Asamblea General de la ONU desde el año 1997. Su sexta edición fue publicada a principios del presente año (marzo) en Nairobi, Kenya, no obstante se colara sigilosamente dentro de la matriz de opinión. Luego, gracias a la interactividad de las redes sociales, a mediados de año (julio) un video se viralizó resaltando lo alarmante del informe: si no cambiamos nuestros patrones de consumo y producción, la huella medioambiental será irreversible en nuestro planeta.
¿Cuáles serías las consecuencias? Pues la contaminación del aire seguiría generando muertes prematuras sobre todo en países situados en Asia, África y Medio Oriente. Además, las infecciones desarrollarían cada vez más una resistencia a los antibióticos y medicación en general, lo que expondría y comprometería la salud pública, volviéndose esta la principal causa de muerte en el mundo. Para luchar contra este distópico futuro se deberá trabajar en conjunto y costará -según las estimaciones- unos 22 billones de dólares, un precio razonable si se trata de la salvación de la humanidad.
Ojalá lleguemos a comprender la prioridad de las luchas y enfoquemos nuestros esfuerzos en el bien colectivo.
Visión de futuro
La visión que el humano ha tenido del futuro ha cambiado radicalmente a lo largo de las décadas. Tengo solo 26 años, pero recuerdo de chico que el futuro era aquello limpio, minimalista y deseado. Los carros volaban y la tecnología nos hacía la vida más cómoda. Era el futuro en donde el humano se había integrado perfectamente al mundo, a través de la tecnología. Los Supersónicosera una expresión de ello: la belleza del porvenir al alcance de nuestras manos. Esto ha cambiado.
Ahora basta con ver cualquier producción cinematográfica actual para percatarse que el futuro es oscuro, sucio y caótico. Incluso, el futuro normalmente es presentado como el confín de la vida humana y la extinción total. Alita, Snowpiercer, son solo algunas. La primera proviene de un manga japonés en donde la basura impera. La segunda trata sobre el calentamiento global descontrolado que terminó por congelar el planeta. Y, si bien en el pasado existieron también grandes films apocalípticos como Mad Max, creo que la apreciación de la ficción ha mutado; antes lo veíamos como un futuro imposible, ahora no tanto.
Retos de futuro
Los europeos están conscientes del reto. La mayoría menor a 25 años considera que el cambio climático es el principal riesgo a futuro. Esta consciencia generacional (de querer arreglar un mundo que ellos no contribuyeron a destruir) es esperanzadora. Mientras tanto, en Venezuela, la juventud no se puede permitir luchar realmente por el futuro que importa, y no se les puede culpar. Ojalá lleguemos a comprender la prioridad de las luchas y enfoquemos nuestros esfuerzos en el bien colectivo. Al fin y al cabo, somos todos huéspedes del mismo hogar.
@NelsonTRangel
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