Caracas, 20 de octubre de 2019

 

Estudié derecho, más nunca lo he ejercido. Encontré fascinación en la teoría y me pareció fundamental para todo aquel que quiera tener nociones básicas del mundo que lo circunda. De hecho, estoy convencido de que un derecho civil básico debería formar parte del pénsum escolar. Total, por mayor desinterés que podamos demostrar por la materia, nos acompañará a lo largo de nuestra vida. Lo mismo ocurre con la medicina y la computación, pese a que de estas si recuerdo lecciones de primeros auxilios, de educación sexual y de programación html. Mientras que de principios jurídicos, nada.

Esta semana, el 14 de octubre, se publicó en Gaceta Oficial el incremento del salario mínimo. La medida espontánea prevé un aumento de más del 370% y, por más fascinante que suene la cifra, al final se traduce, en términos reales, a la nada. De hecho, si quisiéramos ser más detallistas, el aumento ficticio lo único que provoca es mayor desestabilización de la economía. El M2 se aumenta en períodos de expansión económica. Hacerlo en una situación de crisis integral (como la nuestra) solo ayuda a acentuarla. La base de una sociedad próspera recae en su educación, por ello la economía también debería ser agregada en nuestra formación escolástica.

En los últimos años, Venezuela se ha convertido en uno de los países más hostiles para invertir.

Así no entendamos demasiado de economía ni de derecho, un decreto que se publique el 14 de octubre de 2019, pero que entre en vigor 13 días antes, ha de resultar un tanto extraño. Aquí volvemos a la importancia de los principios jurídicos, encontrando uno de los más olvidados en Venezuela: la no retroactividad de la ley. Una ley no puede legislar el pasado, al menos no cuando nos referimos a los actos ya consumados. Tampoco puede pretender poner en una situación de complejidad excesiva a los actores que debería proteger. Para ello, existe el Vacatio Legis, que se refiere a aquel período que transcurre desde la publicación de una norma hasta su entrada en vigor.

Por ejemplo España, un país serio, anunció la subida de su salario mínimo (SMI) a 1000 euros para el año 2020. Este miércoles, Pedro Sánchez, dijo que lo llevaría a 1200 para el 2024. Son medidas delicadas, que han de ser estudiadas, y aplicadas progresivamente. Un país no es rico por decreto presidencial. Un país se vuelve rico gracias al crecimiento de su sector privado; lo cual, a su vez, es producto de la inversión extranjera, de la seguridad jurídica, de la certidumbre, entre otras cosas. Nada de lo que el gobierno venezolano haya logrado entender.

Utilizo como excusa la capacidad de pensar, ya que no me viene en mente otra mejor para justificar este actuar. ¿De qué se beneficia un país que atenta constantemente contra su ya maltrecha industria privada?, ¿De qué se beneficia un gobierno de la violación continuada del derecho? De nada, al contrario, afecta no solo a los empresarios actuales, sino que también espanta a todo aquel que quisiera incursionar dentro de nuestro mercado. Es una solución equivocada, tomada de la peor manera posible. Es tan absurda que de un solo plumazo es capaz de dañar el presente, el pasado y el futuro. Ya que en economía los “milagros” existen, pero en las consideraciones que tengan los demás sobre nosotros, no. Por ello, la reputación y la confianza es muy difícil construir y muy fácil arruinar.

En los últimos años, Venezuela se ha convertido en uno de los países más hostiles para invertir. Por un lado se debe a la manera errática e irresponsable que tiene el gobierno de hacer las cosas. Por otro, a las sanciones masivas de los EE.UU. que afectan a todos por igual. Es cierto que la crisis empezó mucho antes de dichas sanciones, pero también es cierto que las mismas la ha acentuado. Casos como el de Adobe demuestran la extensión que pueden cubrir, y como pueden afectarnos a todos sin discriminar. El problema seguirá escalando y el entendimiento y negociación es la única opción para ponerle un fin. Ya lo dijo el Canciller chileno Teodoro Ribera, se necesitan sacrificios recíprocos, teniendo en cuenta de que “Nadie deja el poder para ir al infierno voluntariamente”. Mientras tanto, aquí parece haber llegado hace tiempo.

 

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