Caracas, 27 de octubre de 2019

 

Para un venezolano, cuando hablamos de protestas con saqueo nos viene a la cabeza los eventos del caracazo, del 27 de febrero de 1989. Hemos tenido otros; incluso “legales” y promulgados por la SUNDDE. Pero aquel del 89, ha reposado en nuestra memoria como el más terrible de nuestra historia reciente. Terrible fue por la cifra de muertos que arrojó. Pero, más allá de la altísima pérdida de vidas, los daños materiales y el abuso colectivo demostraron una vez más que el hombre puede luchar por bellos fines, empleando las herramientas equivocadas. El fin no siempre justifica los medios.

La protesta es un síntoma natural de la democracia; la ausencia de ella, lo es de las dictaduras. Pero, la exageración de la misma -llevando a perjudicar a aquellos que nada de culpa tienen-, es tan criticable como lo que motivó a protestar en un primer lugar. Me refiero al caso de Chile, en donde el grito social -que clama igualdad-, ha quedado silenciado por la violencia de unos pocos desconsiderados. Se ha visto la quema de carros, de letreros de tránsito, de vagones de metro e incluso de edificios enteros. Pero, lo más nefasto de todo, ha sido el saqueo de negocios, dejando a los pequeños y medianos empresarios (que están igualmente afectados por las vicisitudes de su país) en una complejidad superior a la que tenían antes de que iniciaran las revueltas.

A propósito de ello, recuerdo a un Profesor que señalaba lo mismo del caracazo. Criticaba fervientemente el saqueo de Caracas: de sus tiendas de electrodomésticos, de ropa, de calzado, etcétera. Parangonándola con la obra Les Misérables, de Víctor Hugo. Decía que cuándo Jean Valjean se encontraba famélico, veía a través de la vitrina, con baba en boca, unas suculentas hogazas de pan humeante. Esto fue lo que robó y por ello pasó 5 años preso. No fue un televisor, ni una lavadora. Porque el hambre no se cura con un aire acondicionado. Valjean fue coherente con su necesidad, y su delito fue robar comida, siendo su penuria el hambre. No exactamente lo que ocurrió durante el caracazo y no exactamente lo que está ocurriendo en Chile.

(…) por más difícil que se vea el panorama, las formas han de prevalecer. 

El Presidente Piñera decretó un toque de queda, lo cual no sucedía desde el 87, durante los últimos años de la dictadura de Pinochet. Además, el Congreso retiró la medida que generó el caos: el aumento del pasaje del transporte público. Sin embargo, los manifestantes han dejado claro que, si bien su protesta inició por ese motivo, eso era solo la punta del iceberg, y ahora la misma abarca un espectro más amplio: el alto costo de la vida y la desigualdad social.

En Barcelona (España), hemos visto escenas similares. La ciudad ha ardido debido a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el procés. Los líderes de la declaración unilateral de independencia del año 2017, recibieron una condena combinada de 100 años; siendo el más afectado Oriol Junqueras, ex vicepresidente catalán, con 13 años de prisión. Esto generó una oleada de protestas que comenzó de manera pacífica y se eclipsó rápidamente bajo la figura de la violencia. En fin, un síntoma de democracia, llevado de la forma más vandálica posible.

Los ingleses, por su parte, nos han demostrado civilidad. La próxima semana, el 31 de octubre, después de 3 años, llega finalmente el Brexit. Si todo sale como lo planeado, y no se sufren más postergaciones, Reino Unido saldrá de la Unión Europa en pleno Halloween. Esto, ha tenido una respuesta social desde el día uno: tres años de protestas han transcurrido y la violencia no ha formado parte de ninguna de ellas.

Aquí se puede argumentar si la violencia ayuda o no a obtener resultados. A mi parecer, no es un catalizador positivo. Más bien, las pérdidas materiales colocan al país en una situación de mayor complejidad a la que se encontraba antes. Además, una vez empleada se pierde toda credibilidad. Los ingleses -que se están jugado su futuro- no han dejado de ser una referencia de ciudadanía. Su caso nos enseña que, por más difícil que se vea el panorama, las formas han de prevalecer. Sin ellas, realmente todo está perdido.

 

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