Caracas, 10 de noviembre de 2019

 

Para la Real Academia Española, las onomatopeyas son imitaciones o recreaciones de sonidos. Estamos acostumbrados a ellas, las empleamos como parte habitual de nuestro lenguaje. Pueden ser inocentes, como el “pío, pío” de un pajarito. Pero también tremendamente ofensivas, como “oink” del cerdo para referirse a alguien con sobrepeso. En fin, son una extensión de nuestra comunicación, comprensible en cualquier idioma.

Hago esta introducción por una noticia que capturó mi atención el otro día. Mario Balotelli es un jugador de fútbol italiano mundialmente conocido por su participación en la liga nacional. Esta semana, mientras practicaba el deporte en Verona, Italia, se oyó de las gradas una onomatopeya ácida: “Uh uh uh uh”. Esto, que hace referencia al chillido del simio, evidentemente cayó mal al jugador.

Balotelli es nacido en suelo italiano. En Palermo, más específicamente, aunque creció en Bagnolo Mella, provincia de Brescia. Sus padres son inmigrantes de Ghana, y la ley italiana se basa en el principio de ius sanguinis que bien conocemos en Venezuela. Es decir, eres ciudadano de un país no por haber nacido en el (esto sería el ius soli), sino por tener ascendencia directa proveniente de ese Estado. Así sucede con muchos de mi generación que gozan de doble o triple visado sin compartir ninguna característica cultural con la tierra que les ha dado dicha nacionalidad. Caso distinto el de Balotelli, que pudo hacerse italiano tan tarde como a los 18 años. Imagínense ustedes un niño (y adolescente) que crezca bajo los valores de una sociedad, sin legalmente poder formar parte de ella.

Más allá de las curiosidades de la ley, Italia es un país bastante racista. Habiendo sido históricamente un país de emigrantes, no ha tenido la oportunidad de verle el fruto positivo a aquellos que crucen sus fronteras. Esto, es un proceso lento que toma décadas consolidarse en la sociedad. De ejemplo, tenemos al mismo deporte pero en otro país: Francia, cuyo equipo nacional de fútbol pareciera tener más hijos de inmigrantes africanos que de aquellos galos. 

Venezolanos

La crisis integral actual pone a nuestro país en una situación diversa a la italiana. El éxodo descontrolado venezolano cambia una sociedad históricamente receptora de extranjeros a una que los exporta. Obviamente, cuando surgen estas olas masivas, la fobia al migrante es tristemente natural. Lamentables episodios de racismo se han visto en sitios con gran cantidad de venezolanos, sobre todo en Latinoamérica. Siempre nosotros conservando la idea de que el venezolano abrió sus puertas al extranjero, y ahora los demás nos la cierran.

El mestizaje ha ocultado una realidad incómoda: el racismo criollo.

Esto, es una media verdad. Es cierto que nuestro país fue una Meca para aquellos peregrinos que buscaban prosperidad. Pero, decir que no somos racistas, es esconder un grave problema social. Esta afirmación, el no racismo del venezolano, surge del crisol de razas que se ha formado en nuestro país. El mestizaje ha ocultado una realidad incómoda: el racismo criollo. Existe y ha existido; para bien y para mal. A los de tez oscura se le discrimina y presupone una condición inferior; mientras que a los de tez clara también se les menosprecia su capacidad. Ejemplo de lo segundo es la típica mujer de cabellos amarillos y piel clara que se presupone sirve para poco, poniendo en entredicho su capacidad intelectual.

Para sustentar un poco más los argumentos, quise buscar más allá de las memorias y experiencias. Conseguí, entonces, un artículo en The Washington Post titulado: A fascinating map of the world’s most and least racially tolerant countries de Max Fisher. El artículo, que data de 2013, muestra que América Latina es el continente con menos discriminación. Salvando una excepción: Venezuela.

Acusa el autor que esto se debe a la diferencia en los ingresos, se debe a la brecha social. Los venezolanos escondemos el racismo en el chiste, en el menosprecio de la situación. No vemos el problema porque creemos ni siquiera tenerlo. Mientras tanto vamos repartiendo etiquetas (“cojo”, “tuerto”, “negro”, “mocho”) con libre impunidad.

 

@NelsonTRangel

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