Caracas, 17 de noviembre de 2019
La palabra “odisea” refiere un viaje largo y accidentado. La misma llega a nosotros gracias al poema de Homero del homónimo nombre. La pena de Ulises en su retorno a casa es lectura obligatoria de hace 28 siglos. Es un clásico por excelencia. No solo por su evidente antigüedad y a la vez vigencia, sino porque clasifica dentro los parámetros que Italo Calvino nos deja de un clásico. Siendo uno, el hecho de que “persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone”.
La Odisea de Homero es la más célebre de todas, pero no la única memorable. El humano parece condenado a vivir una continua y perpetua aventura, como si se tratase de una obra de teatro continuada, de una tragedia griega. La odisea emblemática de la semana ha sido la de Evo Morales. Los eventos que llevaron a su renuncia y exilio, escalaron a un ritmo tan acelerado que un país acostumbrado a 14 años de su presidencia, amanece al día siguiente sumido en una sensación desasosiego, expresado en las vacías y desérticas calles de La Paz.
Pero su odisea fue también condicionada por la política Latinoamericana. La misma que sigue sufriendo mutaciones constantes y no parece cesar en sus giros ideológicos. El diario El País narra esto en un estupendo reportaje sobre las vicisitudes vividas para trasladar al líder indígena a través de un continente fuertemente polarizado. Resumiendo el evento, el avión voló de México hasta Lima para reponer combustible. Luego, partió hacia Bolivia en donde le negaron acceso, teniendo que regresar a Perú. Más tarde, ahora con la permisería pertinente, ingresa a Bolivia, solo para que después no le permitiesen regresar por Lima. Entonces, intercede el Presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, para que Paraguay permitiese la parada técnica de combustible. A este punto, Evo ha sido extraído de Bolivia, pero el retorno se hace complejo ya que ni Perú, ni su país, permiten que vuelva a sobrevolarlos. Aquí entró en juego Brasil, que permite una ligera incursión en su espacio aéreo (justo al borde de la frontera). De la misma manera, Perú reconsidera y logran finalmente caer en aguas internacionales y concretar el destino a México. No sin que antes, a última hora, Ecuador impidiera el sobrevuelo en su espacio, por lo que la maniobra del avión tuvo que ser digna de un trapecista.
Quien comenzara su vida política como una estrella inédita de su país, se dejó tentar por el poder, violando los principios básicos que una vez le dieron legitimidad.
No sé si logré dibujar el periplo. En tal caso, los invito a buscar la hoja de ruta para que constaten el absurdo trayecto. América del Sur es un continente gigante y basto, que no es fácilmente transitable como la pequeña Unión Europea. Para tener una idea, en esta última, el trayecto más largo posible es de Lárnaca (Chipre) a Dublín (Irlanda), con 3723km y solo 5 horas y media. En cambio, de Ciudad de México a Cochabamba (lugar en donde se encontraba Evo) son 5,445 kilómetros, alrededor de 9 horas.
¿Renuncia o golpe?
Pocas apreciaciones serias se pueden arrojar respecto a un evento que se encuentra en pleno desarrollo. A todas luces, pareciera una renuncia, pero la coerción ha siempre demostrado ser un arma poderosa de persuasión. En cualquier caso, Evo cumple con otro parámetro griego: la tragedia del héroe. Quien comenzara su vida política como una estrella inédita de su país, se dejó tentar por el poder, violando los principios básicos que una vez le dieron legitimidad. Así lo escribí hace unos años, luego de que perdiera el referéndum que buscaba aprobar su reelección: “Lo preocupante de la historia es que no faltarán aquellos que busquen contrabandear la reelección en nombre de la democracia, alejándose de la voluntad popular e interpretando la misma a conveniencia propia”. Esa fue su espada de Damocles.
Desde entonces decidió recorrer el camino de la irregularidad legal, el mismo que tanto daño le hace a Venezuela. Y es que en Latinoamérica parecemos condenados a políticos que se creen máximos intérpretes de la voluntad popular. Cuando la misma no necesita ser interpretada, ya que es clara y trasparente, como lo debería de ser la democracia.
@NelsonTRangel
nelsontrangel@gmail.com