Caracas, 22 de diciembre de 2019
De Trump podemos criticar muchas cosas, como también hay otras que reconocerle. No en vano, es el Presidente de los Estados Unidos, la primera potencia mundial. Es astuto, hábil y tiene una gran fortaleza física que le permite mantenerse firme pese a que la tierra sea arcillosa. Todas sus cualidades inspiran la justa tranquilidad y confianza a quienes lo apoyan. No se doblega, ni aparenta debilidad. Es el típico carácter fuerte que gusta en los líderes, y que nos hace seguirlos sin chistar.
Esto podría ser la razón por la cual, un Presidente que tiene en contra la prensa nacional e internacional, siga ostentando el poder. Quizá no le quede mucho, ya que al final el impeachment resultó ser una realidad. Ahora, hay que esperar que los hechos se desenvuelvan y, si la apuesta de Pelosi vence (que, a todas luces será así) estaremos frente a un evento único, que no se repetía desde la época de Clinton, y solo se ha dado en tres oportunidades en ese país. Ahora inicia el juicio ante el Senado y, luego del mismo, la votación decidirá si Trump mantiene el cargo o si su Vicepresidente se juramenta como el Presidente número 46 de los Estados Unidos.
Solo en una democracia la justicia puede jugar su pulso natural.
Pese a ello, la seguridad y confianza de Trump nunca lo han dejado solo. Seguramente debido a ello coronó la Presidencia, teniendo ya poderosos intereses en su contra. Esa, ha sido su principal fortaleza frente a sus adversarios políticos. Fortaleza que lo recompensa con un inmenso apoyo popular (aproximadamente la mitad de la población), cifra nada desdeñable para un líder tan polémico y asediado como él. Además, ha logrado un apoyo irrestricto del partido republicano (e inclusive de unos pocos demócratas), otro factor interesante a tener en cuenta.
La cuestión catalana
Además de Trump, esta semana se vivieron otros juicios políticos interesantes, fuera de los Estados Unidos. Me refiero a la cuestión catalana, la cual parece no cesar. Mientras la justicia española ha sido dura contra los protagonistas del procés (denominación dada al proceso unilateral de independencia del año 2017), la Europea no deja de serlo contra la española. No solo el caso de Puigdemont dejó en ridículo a España, cuando un tribunal alemán descartara los delitos más graves que le acusaba Madrid. Sino que ahora, el Tribunal de Justicia Europeo ha sentenciado que Oriol Junqueras (Presidente de Esquerra Republicana y condenado en sentencia firme por los eventos catalanes del año 2017) gozaba de inmunidad parlamentaria al ser miembro del Parlamento Europeo. Esta noticia, contrasta con la inhabilitación de Quim Torra (de mano de la justicia española), ocurrida también esta semana, por su negativa en la remoción de los lazos amarillos, símbolo de solidaridad con los políticos condenados por los eventos independentistas.
Apreciación equivocada
No faltaran voceros de la antidemocracia enarbolando los grandes “logros” en contra de aquellos que caen en desgracia con dichas sentencias. Pues la celebración es pertinente, pero los motivos equivocados. Solo en una democracia la justicia puede jugar su pulso natural. Y, no obstante en política nada esté resuelto, bendecidos son los países que gozan de una separación de poderes efectiva que permite que los excesos en el poder no se consumen.
Trump, sin duda podría ser una amenaza contra la democracia de su país. Al igual que cualquier populista que ponga los intereses personales frente a los de la nación entera. Por ello, detenerlo puede ser impopular, pero oportuno para preservar lo que más apreciamos en nuestra cultura occidental. En contraste estamos nosotros, en Venezuela, donde hace mucho dejamos de poner el interés general por encima del particular. La justicia, dejó de ser ciega y posicionó su mirada fija y parcializada a favor de los intereses de pocos que la representan. Aspirar lo contrario, sería un buen deseo de año nuevo.
@NelsonTRangel
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