Caracas, 29 de diciembre de 2019

 

A principios de este año, el 24 de marzo específicamente, escribía para este diario un artículo titulado: “La ciudad más barata”. Él mismo se basaba en varios reportajes. Uno, el reportaje anual que realiza la revista Forbes sobre los 33 destinos más baratos del mundo. El otro, fue el realizado por la revista The Economist. El primero evaluaba la situación desde un punto de vista turístico, comentando como los destinos “baratos” eran miel para las vacaciones y el disfrute. El otro, basado en la Encuesta Mundial de Costo de Vida 2019, sobre los destinos azotados por el conflicto. Caracas, que no circula en la lista de Forbes junto a Nápoles, Albufera, Zanzíbar, San Martín, etcétera, como destino codiciado para el turismo, sorprendió liderando este nuevo ranking; encontrándose por delante, incluso, de Damasco (Siria), ciudad devastada por la guerra.

Sin embargo, en Venezuela no nos hacen falta las bombas para vivir bajo una economía de guerra. Y, con una inflación insólita, una progresiva depreciación de la moneda, un sueldo mínimo de $US5 y una económica virtualmente dolarizada, “barata” Caracas no nos parece. Ahora, en marzo escribía que se trataba de una cuestión de percepciones y que los bajos precios generaban una situación económica relativa dependiendo de quien abordase el tema. Hoy, nueve meses más tarde ¿sigue siendo así?

 

¿La ciudad más barata?

Las ciudades más baratas tienden a ser las más caóticas y peligrosas del mundo. Será interesante contrastar la nueva lista de Forbes y The Economist del 2020 para ver los cambios en la misma. Me adelanté con una, la nuestra, Caracas, que seguramente ya no será de las más económicas y, al contrario, de las más caras. 

Caracas es cara, más cara de lo que fue nueve meses atrás. Pero el dólar ahora pasó a ser su moneda y el libre mercado está estabilizando la economía gracias a la omisión total del Estado.

En nuestro caso, los servicios públicos no son punto referencial, ya que siguen manteniéndose muy por debajo del nivel mundial. Quizá tampoco lo sean los precios de los inmuebles que, como vimos también a principios de año, en una publicación de la BBC, una propiedad que solía rodear los $US200.000, hoy en día es adquirible por unos $US50.000. Ya que el metro cuadrado promedio ha caído de $US1.500 a $US500. No obstante, hay otros factores que los venezolanos vemos a diario que encarecen nuestra vida. La comida y la mano de obra son quizá el ejemplo más emblemático. Comer es caro, muy caro. Y no solo me refiero a la comida recreativa, como puede ser un restaurante; sino la casera, que aumenta diariamente a la par del precio de los productos del mercado.

Caracas es cara, más cara de lo que fue nueve meses atrás. Pero el dólar ahora pasó a ser su moneda y el libre mercado está estabilizando la economía gracias a la omisión total del Estado. No es una política económica acertada del gobierno. Al contrario, es la inercia oficial la que ha demostrado que la economía suelta, sin controles, prueba ser más eficaz que un Estado depredador que sofoca la empresa privada. Ahora, la sensación de bienestar está lejos de ser progreso. Porque la economía sin control tampoco permite un desarrollo sostenible. Y, además, siendo el hombre malo por naturaleza, es tristemente natural que algunos comerciantes (sujeto que he defendido a capa y espada) estén abusando de la situación.

Es por ello que hay que institucionalizar la realidad y dolarizar a la economía. Crear incentivos al privado y seguridad jurídica al emprendedor. Dar confianza a la inversión extranjera y demostrar que el cambio actual no se debe a una crisis económica, sino a una política de Estado que pretende imperar allende la crisis.

Por mientras, somos un país dentro de una burbuja. Imperan los buhoneros de lujo (los bodegones que evaden cuanto impuesto pueden) y el lavado de dinero (con una circulación descontrolada de dólares reciclados). La explosión de la burbuja es siempre traumática, y de traumas ya hemos conocido varios. Esperemos este sea el último.

 

 

@NelsonTRangel

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