Caracas, 9 de febrero de 2020

 

Gabriel García Márquez no dudaba en calificar al periodismo “el mejor oficio del mundo”. Esta labor, hermosa sin duda alguna, ha ganado últimamente un menosprecio general gracias a la prostitución del oficio: a la masificación de la información divulgada sin que sea antes validada, a la proliferación de las fake news y a un general uso de los medios como arma de desinformación colectiva. Porque no hay nada más desinformativo que la mentira vendida como verdad.

Traigo esto a colación debido al virus que azota nuestros días: el coronavirus. La desinformación en torno a este mal ha surgido desde el comienzo, cuando varios sitios irresponsables aseguraban que la práctica se originaba del extraño hábito de comer sopa de murciélagos. Luego, otras pregonaban el fin de nuestros días y alarmaban a la sociedad a tal punto de crear un rechazo total a todo aquel que tuviera rasgos asiáticos.

Es fascinante cómo la humanidad unida, sin conflictos políticos, religiosos ni ideológicos, puede lograr grandes cosas.

Pero la realidad es que -si bien preocupante- hemos sabido combatir exitosamente este nuevo flagelo. Pues al momento de escribir esto son más del triple los casos sanados que aquellos fallecidos. Y, si bien la cifra de enfermos sigue siendo elevada (e incrementa diariamente), debemos de confiar en la capacidad humana y dejar atrás el negativismo crónico que impera en nuestros días. Y es que la respuesta contra el coronavirus ha demostrado que el hombre mucho ha conseguido en siglos de desarrollo.

Porque muy lejos estamos de los días de la peste bubónica (o negra) que azotó al mundo y cobró un tercio de las vidas de aquella época. También de la gripe española que en un solo año se llevó a 100 millones de almas. Hoy en día no solo vimos un hospital terminarse en 10 días. Sino también aeropuertos escaneando a cada pasajero por medio de tabletas infrarrojas. Además, la retroalimentación de información -en tiempo real- de los gobiernos para llegar a la cura; y el aislamiento del virus en Roma menos de 1 semana después de que los primeros casos ingresaran en Italia. Por ello, resulta fascinante cómo la humanidad unida, sin conflictos políticos, religiosos ni ideológicos, puede lograr grandes cosas. Imagínense solo si nuestro rumbo fuese una empresa colectiva. No sólo viviríamos una vida de mayor plenitud espiritual y menor discordia, sino que la idea de futuro se desdibujase en el presente.

En fin, omití intencionalmente la salvedad que agregaba García Márquez a su impresión sobre el periodismo. Sí, lo consideraba el menester más hermoso del mundo, “aunque se sufra como un perro”. Esto, me recordó a Francesca Colavita, miembro del equipo médico que logró aislar el virus en el Spallanzani. Resulta ser que la doctora, cuyo descubrimiento ayudará a salvar a miles -y prevenir millones-, no goza de un contrato fijo (sino a tiempo determinado) y gana poco más de un sueldo mínimo. Pues en Italia el talento se recompensa luego de brillar, contrario a la práctica general de que los estímulos sirven para incitar al propio talento.

 

Venezuela

No dejo de pensar que si un caso penetrase nuestras fronteras, seríamos incapaces de determinarlo. El sistema de salud nacional está tan deteriorado que enfermedades como la malaria han incrementado. Pues ya ha sido alertado una y otra vez, tanto por organismos no gubernamentales como por la propia ONU. La carrera de la salud la estamos perdiendo y la crisis hospitalaria es una realidad angustiante en un país que llegó a dar cátedra en la materia.

Sin embargo, el mismo atraso que nos expone, nos podría salvar en este caso. Me refiero a la otra “crisis” que vivimos: la aeroportuaria. Con un país prácticamente aislado del mundo (con vuelos internacionales contados con los dedos de una mano) un residente de China ha de hacer escala en otro sitio antes de ingresar a nuestra frontera. Y, roguemos a Dios, que ese lugar tenga la capacidad de detectar un posible contagio antes de que sea exportado a nuestra tierra. Ya que, si aún necesitamos vacunarnos contra la hepatitis A, no quiero imaginar la lucha contra un virus del cual todavía ni cura existe. Sería una verdadera peste negra en el trópico.

@NelsonTRangel

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