Caracas, 12 de abril de 2020
¿Pasa otra cosa que no sea producto del coronavirus? No sabemos, los temas de conversación se basan solo en ello. También la prensa, siendo monotemática desde hace varias semanas. Y la televisión, que no nos deja respirar un aire distinto al infectado por el covid.
Es natural, difícil sería hablar de otra cosa cuando nuestro día a día está tan condicionado por esta pandemia. Son cuatro mil millones los habitantes encerrados por el corona. Lo que nos hace ver que si bien la globalización nos abrió puertas tan lejanas como la de otras culturas, nos cerró otras tan cercanas como la de nuestra casa.
Angustia colectiva
La única herramienta que tenemos los ciudadanos comunes (no médicos, ni políticos, ni relacionados a una actividad esencial) es mantenernos en casa. De hecho, un chiste popular en nuestros días reza que, para salvar al mundo se nos pide quedarnos echados en el sofá. Puede que así sea, pese a que buscar disminuir y menospreciar una condición que afecta a muchos es repetir el protocolo equivocado respecto a las personas que sufren de depresión: la no comprensión.
El estrés generado por el encierre es justificado, sobre todo cuando la mera supervivencia está en riesgo. Desempleo, crisis y escasez son parte de los pensamientos que rondan a todo aquel que está confinado a casa. No son vacaciones, ni la casa es un resort en las Maldivas. Se trata de una trinchera de guerra en donde el enemigo es invisible y la incertidumbre su mayor arma. Porque, al menos si cayeran bombas, nuestro mecanismo de supervivencia humana estaría afinado y el sentido común nos llamaría a aguantar resguardados bajo techo.
La estrategia occidental ha sido la de dar fechas, para luego postergarlas. Esta medida, si bien engañosa, está comprobada ser la más eficiente en cuanto al impacto mental.
No se me malinterprete, no busco comparar en importancia las magnitudes de una guerra como las de un virus. Pero hay que entender que tampoco es menor el riesgo de perder la salud mental. Esto, lo debería de tener presente los vips que muestran sin pudor su cuarentena lujosa mientras hay otros que vagan sin si quiera un techo en donde reposar.
Fechas y más fechas
La estrategia occidental ha sido la de dar fechas, para luego postergarlas. Esta medida, si bien engañosa, está comprobada ser la más eficiente en cuanto al impacto mental. Contrario a lo que hizo China, que decretó una cuarentena indefinida que se terminó extendiendo por 76 días.
Así se hizo en Italia, en donde han ido moviendo los días progresivamente a raíz de los efectos del confinamiento. La nueva es para el 4 de mayo, día cuando se estima que los ciudadanos puedan salir a la calle, teniendo extremas precauciones. En Venezuela, en cambio, adoptamos el modelo indefinido chino. Decretado a partir del 17 de marzo, para hoy, domingo 12 de abril, el país lleva 27 días.
Pero la normalización absoluta es un misterio que nadie puede predecir. Primero se necesitará de cura o vacuna y, como se ha dicho desde el comienzo, con mucha suerte y trabajo duro, se tendrá para finales de año.
¿Democracia infectada?
El virus, además de personas, parece también afectar sistemas políticos. Al menos eso piensan algunos, con un temor de que las medidas extraordinarias prevalezcan, incluso, luego de superado el virus. Y es que, en democracias sanas, la concentración de poder en un solo individuo es algo que raramente se ve.
Este es un temor grande en Europa, sobre todo viendo el caso de Hungría, cuyo Presidente no necesita de dos excusas para hacerse del poder. Diferente pasa en Venezuela, en donde ni se nos pasa por la cabeza este tema, puesto nuestra democracia está tan erosionada que las medidas autoritarias no se nos hacen ajenas. Y mucho menos la concentración del poder en un individuo in perpetuum, algo que vivimos sin necesidad de un estado de emergencia universal.
Al fin y al cabo, la solución es una sola: el confinamiento. Y, si el tema de la democracia nos afecta la salud mental, podemos verlo cómo me decía un amigo días atrás: “cuarentena universal, directa y abierta”.
Lo demás, por ahora, no importa.
@NelsonTRangel
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