Caracas, 19 de abril de 2020

Pocas veces uno se siente oráculo y, cuando se trata de presagios trágicos, mucho menos se quisiera serlo. Veo a Jair Bolsonaro como a un Boris Johnson del pasado: banalizando la pandemia y saliendo a la calle con plena libertad. Se le ha visto tomarse fotos, dando manos y comiendo bocadillos por Brasilia, mientras su país es el más contagiado por la Covid-19 de América Latina: circa 30.000, al momento de escribir esto. Johnson hizo algo similar, hasta que el virus lo hospitalizó y casi le cobró con su vida.

En democracia, las ideas pueden fluir libremente, por más estúpidas que sean. El problema es que en tiempos de coronavirus nuestra estupidez descontrolada se podría volver en arma de exterminio social; sobre todo cuando se trata de Presidentes de un país. Por ello, esperemos que Bolsonaro rectifique a tiempo, pese a que ya dejó claro que su pasado atlético le serviría como vacuna ante la enfermedad, ignorando que el paciente 1 de Italia era maratonista, tenía 38 años y pasó entubado 2 meses en terapia intensiva.

¿Qué tan peligroso es la Covid-19?

Creo que hay cosas que no se desgastan al repetirlas, siendo el peligro de la covid-19 una de ellas. Empecemos desmontando el mito que ha hecho más daño: no se trata de una gripe común. Lejos de ello está. No solo por no poseer tratamiento médico efectivo, sino porque su trasmisión es de alrededor de 3 personas por cada contagiado; mientras que la de la gripe común de 1,2. Además, al no existir vacunas, la sociedad está libre de elementos de contención, agregando que el proceso de incubación resulta tan largo como 15 días, permitiendo que el virus se transmita antes de que el sujeto desarrolle conciencia de poseer el virus.

No me presto a las teorías conspirativas, ya que sirven solo para alimentar la imaginación y desintegrar la razón.

Si queremos traducir esto a un escenario más tangible y dramático, la tasa de mortalidad ha superado, en ciertos casos, al índice de vidas civiles cobradas durante la segunda guerra mundial. Y me refiero a zonas que sufrieron duramente el enfrentamiento, como lo fue Milán, ciudad arrasada por las bombas y cuyas víctimas durante el último conflicto bélico de escala mundial se calculan en los 2.000 civiles, menor al cobrado por la covid.

China

Cuando se desató la pandemia China fue acusada de haberla querido mantener oculta. Sus motivos eran económicos, al no querer perjudicar la reputación del país frente a una enfermedad que creían poder contener. No los justifico por ello, pero tampoco los condeno. El país pensó en sus intereses hasta el punto que entendió que la situación se salía de control.

Sin embargo, las cifras que ha revelado China últimamente despiertan un escepticismo general. Al principio, quizá este no haya sido el caso, ya que el número de contagiados fuera de Wuhan era realmente bajo. Cosa que cambia en un escenario en donde el mundo supera los 2 millones de infectados mientras que en el foco originario -un país, además, extremadamente denso: 1.4 mil millones de habitantes- se haya congelado en los 83 mil.

Ante la duda, la diplomacia Cowboy de Trump (que desenfunda el arma con gran agilidad) no ha dejado de disparar. No me presto a las teorías conspirativas, ya que sirven solo para alimentar la imaginación y desintegrar la razón. Pero sí al análisis crítico, que nos invita a cuestionar la información cuando nos parece sospechosa. Y el caso de que China haya logrado controlar la situación de esta forma, sumado a su historial de censura, nos hace sacar conclusiones.

La politización del problema

La política, al fin y al cabo, sigue siendo maquiavélica. Estando los intereses de los gobernantes por encima de cualquier cosa. Incluso en medio de una pandemia. El mejor ejemplo lo tenemos en casa, cada vez que el gobierno venezolano da información respecto al virus. Mientras otros se limitan a dar un imparte diario del número de casos, la información en Venezuela viene acompañada de propaganda gubernamental de desprestigio a los demás sistemas de salud. Es decir, un país que aprovecha un virus para atacar al sistema de salud de otros. Cosa que, por lo menos, resulta un irrespeto a la tragedia ajena.

 

@NelsonTRangel

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