Caracas, 17 de mayo de 2020
En el mundo pasan cosas buenas, pese a que no tengan la misma cobertura que las malas. Sobre todo en tiempos como los actuales, en donde el apocalipsis parece haber llegado sin avisar. Un virus que apenas 4 meses atrás parecía imposible en occidente, amenaza con dejar una cicatriz histórica digna de recordar.
Silvia
El caso positivo del que quería hablar es el de Silvia Romano, una joven italiana de 24 años que acaparó la prensa tanto en Italia como en el mundo. Se trata de una ex voluntaria en África, que participó como maestra en un proyecto de Africa Milele en el pueblo de Chakama, Kenya. Hasta que sus buenas intenciones terminaron, cuándo un grupo yihadista (vinculado a al Qaeda) la secuestró el 20 de noviembre de 2018. Así, pasó casi dos años, hasta que esta semana, el 12 de mayo, regresó a Milán, su ciudad natal.
Dos años es un largo tiempo, sobre todo en un mundo en el que impera la inmediatez.
Entre aplausos y lágrimas, Silvia fue recibida con alegría y entusiasmo. Provocando, incluso, que las personas olvidaran las normas en tiempos de pandemia, conglomerándose -sin mascarilla- afuera de su casa.
Aisha
Pese a ello, hay quienes siempre logran generar polémica de un caso feliz. Ocurrió con Silvia, que, para sorpresa de muchos, llegó vestida con un hiyab verde y con un nuevo nombre: Aisha. Pues ha cambiado su religión: dejó Italia siendo católica y regresó musulmana, un dato que, si bien curioso, poco debería condicionar la felicidad de sus connacionales. Además, demuestra que la libertad de Aisha no se ha consumado por completo, puesto se le tuvo que asignar una escolta, después de recibir mensajes de odio a través de las redes sociales, y botellazos que rompieron una ventana de su casa, a solo un día de haber llegado.
El que la población actúe de esta manera, preocupa; pero el que los políticos lo hagan, preocupa aún más. El diputado de la Lega (un ultra católico, pese a que su apellido nos infiera lo contrario) Alessandro Pagano la llamó “neo-terrorista”. Lo que nos hace ver, de nuevo, que los populismos son tóxicos, sin importar que vengan de la derecha o de la izquierda.
De dos en dos
Dos años es un largo tiempo, sobre todo en un mundo en el que impera la inmediatez. No quiero decir que Romano haya desperdiciado parte de su vida, pero sí que se la robaron. El crimen -por más que haya asegurado que no sufrió agravios ni físicos ni mentales- fue este: hacerle perder algo que jamás podrá recuperar. Seneca, de hecho, lo consideraba el “único bien que el hombre no puede restituir, ni siquiera con toda la buena voluntad”.
Y esto lo entendemos hoy más que nunca, con un virus que sentimos nos está robando de esa manera: nuestro tiempo. No quiero comparar el caso de Romano con el nuestro, pero la cuarentena se siente como un secuestro por parte de un carcelero que pretende no cesar. Y cuya esperanza es la vacuna, la cual se espera esté disponible a principios del año entrante. Cosa que significaría un año de encierro y al menos otro año de arranque. Sin contar los que se necesitarán para reparar el daño económico (en ciertos casos irreversible) que serán cuantificables sólo después de superado el virus.
Esto de los períodos bienales me trajo a la mente otra pandemia, la del VIH. Era el año 1984 y el mundo se enfrentaba a una nueva enfermedad. Ante ello, el gobierno de los Estados Unidos, a través del Secretario para la Salud, Margaret Heckler, anuncia que la vacuna estaría lista para 1986, es decir, 2 años después. Hoy, en pleno 2020, 80 millones de contagios y 39 millones de muertes después, el mundo sigue sin dar con la cura.
Al menos los científicos han demostrado signos esperanzadores, asegurando que el covid-19 no muta tan rápidamente como el VIH, lo que haría factible dar con la vacuna. Y es que, al fin y al cabo, lo único que nos queda es afrontar la situación con optimismo. Recordando el caso de Silvia, que nos demuestra que los finales felices pueden existir. Y emulando la sonrisa que tenía al momento de volver a casa, al momento de terminar su confinamiento. Y, si somos creyentes, podemos también rezar, sin importar a que Dios lo hagamos.
@NelsonTRangel
nelsontrangel@gmail.com