Caracas, 14 de junio de 2020
Los humanos necesitamos símbolos de cohesión. Los mismos han de servir para reforzar nuestra nacionalidad y hacernos sentir orgullosos de un pasado que nos enaltece. En Venezuela lo vivimos intensamente, con una Plaza Bolívar en cada esquina y un sinfín de bustos al Libertador. Pero este culto no nos es exclusivo, puesto la práctica data de tiempos inmemorables. Y, si bien busca rescatar la historia, muchas veces termina por malinterpretarla y aprovecharse de ella.
Ejemplos históricos son muchos. Uno emblemático es el de Benito Mussolini, que en su discurso y actuar buscaba “revivir” la gloria del Imperio Romano; como si el italiano promedio fuese un descendiente de Augusto. Así fue su intención por “excavar” (literal y metafóricamente) el pasado y exaltarlo hasta más no poder. Basta con ver Los Hechos del Divino Augusto (Res gestae Divi Augusti), que encontramos producidos en una gigantografía sobre una pared fuera del museo del Ara Pacis, Roma.
(…) los símbolos que erigimos les damos una fuerte carga moral. Son faros de valores de la sociedad, por ello se ganan su justo puesto en nuestras calles, plazas y museos.
Es por ello que crear bustos es peligroso, sobre todo cuando son motivados por ideologías políticas. La consecuencia la tenemos con la caída de la URSS, y la remoción de un centenar de esculturas de Lenin dentro de la antigua órbita soviética. Caso emblemático el de Ucrania, en donde la ley conocida como Leninopad ha cumplido con la demolición de casi 4000 monumentos comunistas en suelo ucraniano.
BLM
Con las recientes protestas del Black Lives Matter, a raíz del homicidio de George Floyd, la mira de los manifestantes no se ha puesto solo en arreglar el presente para garantizar un mejor futuro, sino en borrar un pasado que consideran ofensivo. De esta manera, se ha procedido con la destrucción vandálica de Edward Colston, en Bristol, por haber traficado esclavos. Misma motivación que acabó con Robert Milligan, en Londres. Pero también el movimiento quiere cobrarse los símbolos de Cristóbal Colón, en los Estados Unidos, de Winston Churchill, en Inglaterra y Leopoldo II, en Bélgica. E incluso de Indro Montanelli, escritor y periodista italiano de primer orden, que reposa en su parque en Milán.
El tema es complejo, ya que a los símbolos que erigimos les damos una fuerte carga moral. Son faros de valores de la sociedad, por ello se ganan su justo puesto en nuestras calles, plazas y museos. Pero olvidamos que también fueron hombres, y cometieron errores y pecados que, muchas veces, los complementaron en sus buenas decisiones.
Evidentemente no todos los erigidos poseen un balance positivo de vida, pero sí forman parte de la historia que nos hizo lo que somos. Pretender quitarlos es negarnos nuestra historia y pretender encontrar puritanos a quienes crearle símbolos, nos va a terminar dejando sin ellos.
El cine no se escapa
Resulta evidente que una escultura en un lugar público representa una reconocimiento colectivo hacia un individuo. En general, no estoy de acuerdo con quitarlos (en Venezuela también hemos rebautizado parques, plazas y tumbado nuestras estatuas), pero puedo llegar a entender casos específicos que fueron llevados a la exageración (como la cantidad indiscriminada construida durante la era soviética). Pero atentar contra el cine, que son registros históricos no obligatorios, es igual que atentar contra la literatura. Me refiero al caso específico de “Lo que el viento se llevó”, que fue removida de la plataforma HBO Max por ser considerada “racista”. Una película que, por cierto, data de 1939, habla de la guerra civil y le dio, por primera vez, un Óscar a una mujer negra.
Y es que las películas, como los libros -y a diferencia de las estatuas-, representan sólo el punto de vista de unos pocos que las crean. Nadie tiene la obligación de verlas y no tienen porqué ser censuradas. Concientizar sobre la problemática actual es la manera para que no sea ignorada. Pero pretender instaurar un nuevo orden, que censure a unos y olvide a otros, no hará más que acentuar el rechazo de parte de aquellos que aún se resisten al cambio.
Si queremos cambiar al mundo, hay que hacerlo bien.
@NelsonTRangel
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