Caracas, 29 de noviembre de 2020

Es complicado cuando se es víctima, pero te tratan como culpable. Así lo vive una maestra italiana de Turín, quien ingenuamente le compartió unas fotos íntimas a su novio. Él, violando la complicidad de la pareja, procedió a divulgarlas con un grupo de amigos de fútbol. La foto, que estaba destinada a una sola persona, corrió de mano en mano, hasta que cayó en las de una persona que supo reconocer a la protagonista: una madre cuyo hijo atendía las clases de la maestra.

A partir de aquí, la moral del siglo pasado quiso imponerse sobre el sentido común, lo que llevó a dicha madre a denunciar a la chica de tan solo 24 años. Seguidamente, como si de una cruzada se tratase, fue despedida ya que su trabajo parece ser incompatible con su vida sexual: heterosexual y monogámica. Qué quedará para aquellos que desafíen el canon.

Digo lo anterior no porque me interese cómo disfrute su intimidad el individuo; al final, es eso, íntimo. Lo digo simplemente porque, en un sistema de valores arcaico, la ex maestra no estaba violentando ningún código de conducta. Ni siquiera si agregamos el matrimonio como requisito sine qua non para intimar con el otro. Ya que fue despedida por unas fotos, no por un acto sexual.

Dentro del mar de comentarios que se podían leer al respecto, está el condescendientemente absurdo. Es decir, el que reconoce que fue una injusticia divulgar las fotos, pero agrega que las mismas nunca debieron de ser tomadas en primer lugar. Es decir, en pleno siglo XXI, ¿una joven de 24 años no puede decidir cómo materializar su sexualidad? ¿Tiene que estar limitada por prejuicios ajenos que la condenan moralmente por querer desenvolverse de la complicidad con su pareja? 

Al respecto, me contaba un amigo conocedor de este tipo de intercambio fotográfico, que este delito -que cada vez cobra mayor relevancia- es tan común que se han estado desarrollando códigos de conducta para quienes estilan enviar el material explícito: nunca enseñar ni la cara, ni los tatuajes, ni cualquier marca de nacimiento que pueda hacerte reconocer en la foto. Es decir, la “salud” sexual que se enseña en los colegios tendrá que evolucionar su pensum.

Pero en esta historia un delito sí se cometió, el famoso “revenge porn”, que consiste en violar la confianza de la pareja propagando material que tenía un único destinatario. Mientras tanto, al verdadero culpable, le esperará, en el mejor de los casos, una multa por su actitud. Pena que, si me preguntan, no es proporcional al escarnio que promulgó. Sin contar el daño material por haberle hecho perder su trabajo en medio de una pandemia que ha impulsado el desempleo de manera abismal. Siendo en Italia, por cierto, los más afectados los jóvenes entre 15 y 24 años. Justamente la edad de nuestra víctima.

La juventud afectada

Los jóvenes como la chica italiana, que rondan los 20 años, no lo tienen fácil en general, y no solo por la infidelidad digital de sus parejas. Así lo confesó Emmanuel Macron al reconocer que este será el grupo más afectado por la pandemia. Ellos tendrán que enfrentar un futuro incierto, que complejizará las ansias naturales por autonomía e independencia. El periódico francés Le Figaro, publicaba una encuesta en donde mencionaba que los jóvenes preocupados por el futuro llegaban hasta el 85%, pese a que 2 de 3 aceptan sin tanta complicación el nuevo confinamiento del país. Es decir, una generación que acata las reglas, pero paga las consecuencias. Víctimas que son tratadas como culpables, así como en el “revenge porn”.

@NelsonTRangel

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