Nelson Totesaut Rangel

Si bien los estudios sobre la materia son exiguos, no nos sorprende pensar que el covid-19 ha atacado no sólo a la salud y la economía, sino también al amor. Es difícil ponderar el daño que puede generar una pandemia a una emoción. ¿Amamos más? ¿O quizá menos? Pero sí el amor es la vida en pareja (algo debatible, por cierto) entonces tendremos referencia de cómo el virus ha realmente afectado a este sentimiento.

El encierro forzoso ha traído consigo una burla generalizada: la imposibilidad por parte de un cónyuge de verse con su pareja prohibida. Esto ha incrementado los roces en el hogar, de una pareja que existía de hecho, que de ataduras sentimentales tenía poco, pero de legales mucho. Inclusive llegando al exabrupto de la violencia doméstica, que lamentablemente ha aumentado en un 50% y 60% este año.

Volviendo al punto inicial, pocos estudios se han realizado para valorar el impacto del covid-19 en las relaciones sentimentales. Es natural, si bien el virus lo ha acelerado todo, los eventos sociales pueden ser juzgados con mejor lupa desde el futuro. No obstante, la reiterada corazonada (alimentada de cuentos que nos llegan por doquier) no es casual. Por ejemplo, la BBC publica una nota de prensa en que, según la UK Charity Relate, el covid ha agregado presión extra a, al menos, un cuarto de las parejas. 

Pese a ello, la presión no es necesariamente negativa. Se ha dicho que el virus está “acelerando la historia”, y parece ser que no sólo de la historia global se hablaba, sino también de la personal. Ocho por ciento de dichas parejas decidieron separarse, mientras que el cuarenta y tres se dieron cuenta de que el virus los hizo más cercanos. Llegando Brad Wilcox (Profesor de Sociología de la Universidad de Virginia) a concluir que este 2020, para sorpresa de todos, puede que tenga menos divorcios que el 2019 y el 2021.

Amar en tiempos de covid

Volviendo al ejemplo de la infidelidad inicial, muchos pueden acordar que el descubrimiento de la misma se pudo haber acelerado por el virus, lo que hace su ruptura inevitable al largo plazo. Pero, como me gusta pensar que las personas están juntas porque en verdad se quieren, vemos que el encierro ha logrado (si bien ejerciendo presión) fortalecer los vínculos quizá deteriorados.

Ahora, no fue el caso del marido de 48 años de Como (ciudad al norte de Italia), que al discutir con la esposa salió del hogar (sin llaves, ni teléfono, ni cartera) y terminó 420 kilómetros más abajo, en Fano. La historia sorprende por dos cosas. La primera (y menos importante), la resiliencia física del hombre que caminó una distancia equivalente de Caracas a Barquisimeto en tan solo una semana, haciendo 60 kilómetros por día. La segunda, que en pleno siglo XXI un individuo sea capaz de salir de casa sin celular, ni mascarilla. Y sin devolverse.

La esposa evidentemente lo reportó como desaparecido y, cuando fue interceptado en Fano, la policía no le creyó su historia. ¿Cómo sobrevivió? Pues comiendo y bebiendo cosas que le regalaban en el camino. De todas maneras, la epopeya terminó y la esposa lo fue a buscar en carro. El hombre así regresó a casa con una multa de 400 euros por violar la prohibición de cruzar de región en región. 

Él creyó que huyendo se salvaría de la discusión con su esposa, pero lo que hizo fue volver con la multa, que seguro aportará al desencuentro. De esta última se salvará pagando, de la primera se dio cuenta de que ni siquiera huyendo.

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