Caracas, 21 de marzo de 2021
Al menos para uno mismo, ¿cuándo apareció el COVID-19? Es un ejercicio entretenido, que realizó la BBC con sus lectores. Consta en buscar en los mensajes, cuándo fue la primera vez que se mencionó “coronavirus” o “covid”.
En mi caso (que nunca borro los mensajes) fue el 25 de enero de 2020. Es decir, desde hace un año y casi tres meses exactos, no hay tópico más frecuente en mis conversaciones. Al comienzo, era por broma, el primer mensaje de hecho es un meme. Uno bien simpático, que ironizaba la letalidad del virus frente al indiscutible poder del Vicks Vaporub en el pecho.
Pese a ello, el ejercicio, que al principio resultaba simpático, tuvo una evolución tenebrosa. El siguiente mensaje, del 28 de enero, una noticia que compartía de The Guardian: Alemania confirmaba el primer contagio en Europa. Más adelante, sólo dos días después, el 30 de enero, el primer italiano muerto, de sólo 19 años. Luego, se desencadena el terror y la angustia. Mensajes de noticias constantes. Ya “covid” o “coronavirus” no era un término inusual, sino el tópico por excelencia de cualquier conversación.
En Venezuela vivimos la segunda ola, al menos así lo sentimos. No sólo porque la autoridades nos lo digan, sino porque realmente volvemos a percibir los casos cerca de nosotros. Es indudable que las cifras publicadas no parecen representar la exactitud de la realidad. Si fuese el caso, no existiese un estado de alarma constante, puesto cuatrocientos casos diarios son irrisorios en un país de treinta millones de personas. Pero, como escribí en noviembre del año pasado, la tendencia parece ser cierta. En aquel entonces, me comentaban doctores de clínicas privadas, los casos de covid-19 hospitalizados en Caracas (me refiero, nuevamente, a clínicas privadas) habían bajado tanto que, en ciertos lugares, eran casi inexistentes.
Hoy, todo lo contrario. Las mismas fuentes me alertan que la prevención es nuevamente necesaria. Puesto lo saturado que está el sistema de salud (tanto público como privado) evita que se brinde una atención pertinente a todos los infectados. Sin contar que en noviembre de 2020 no existían las variantes del virus. Aquí, en Venezuela, nos llegó una: la brasilera. Y, como todo lo relacionado a esta enfermedad, se desconoce si las vacunas son efectivas para combatirla.
Nota al pie: el pasaporte covid
Más que un pasaporte, parece una visa. Pero en Europa lo llaman así. Países que dependen del turismo, como Grecia y Chipre, han insistido en ello, para tratar de aprovechar el turismo de verano. Pero también ciertas aerolíneas, como Emirates y Etihad, que están buscando implementar un sistema propio que sirva para hacerles notar a los gobiernos que sus pasajeros fueron vacunados.
Si bien podría ser una buena idea para hacer respirar un poco la economía, para la fecha del siguiente artículo, solo el 10% de los europeos han sido vacunados. Lo que deja a la grandísima mayoría en una eterna cuarentena que parece nunca acabar.
Pero más allá de eso, lo único certero en el mundo actual es la incertidumbre. ¿Será permanente el efecto de las vacunas?, ¿no traerán efectos secundarios? Sin contar el hecho de que las vacunas, hasta hoy en día, son una elección personal. Lo que dejaría a gran parte de la población diezmada de sus derechos fundamentales (como el tránsito, por ejemplo) por el simple hecho de no querer vacunarse.
Todo sin contar lo que probablemente no tardará en surgir: los certificados falsos de vacunación. En un escenario sin vacunas suficientes (y las mismas siendo necesarias para desenvolver la vida) el mercado negro rápidamente buscará suplir la carencia. Y es que en un mundo distópico, la solución no podía ser sencilla.
@NelsonTRangel
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