Caracas, 9 de mayo de 2021

Hace poco más de un año escribía sobre el Presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Decía, en aquel entonces, que él mismo representa a una generación nueva de políticos en América Latina. Y no solo por su edad -38 años- sino porque irrumpe el bipartidismo de su país entre Arena y el FMLN. Además, sabe usar las redes y está al tanto de las nuevas tecnologías. Al menos así nos lo ha demostrado, sobre todo con su célebre discurso en la ONU, el pasado septiembre, en donde “innovó con una selfie” justo antes de empezar sus palabras y apenas subido al pódium. “El Presidente millennial”, se le clamó, y gozó de una cobertura general, inusual en un país que poco peso tiene en el ámbito internacional. Y eso que hace un año no le daba uso al TikTok, cosa que ahora sí. Siendo un usuario célebre, puesto sus videos gozan de varios millones de vistas.

Sus capacidades van más allá de saber montarse en las olas de las tendencias digitales. Tiene un video en específico, en TikTok, que lo demuestra. Con más de 5 millones de vistas (al momento de escribir esto) coloca una de las populares cancioncitas del momento, en pleno despacho presidencial. Un inusual uso de la oficina de la primera magistratura, que la popularizó en las redes. Además, es de esos casos de políticos que usan Twitter a diestra y siniestra. Con una autonomía absoluta, evidencia que es él quien escribe, lo que lo acerca a las masas que buscan un contacto directo con el líder. Escritos que no dejan de ser incisivos y punzantes. Ya que, sin muchos tapujos, lanza sentencias que parecen rayos.

No fue sorpresa

La semana pasada, el Presidente volvió a figurar en las noticias. Con una gorra de béisbol invertida hacia atrás, como si de un adolescente se tratara, apareció en las portadas luego de que la Asamblea Legislativa (cuya mayoría lo favorece) destituyera a la Sala Constitucional de la Corte y al Fiscal General. Es decir, el contrapeso que tenía en el poder.

Bukele, que a veces nos olvidamos que tiene aires de autócrata, ha demostrado sus colores desde el comienzo. Su primer gran escándalo político fue a menos de un año de haber asumido el cargo. Me refiero a su entrada forzosa al Parlamento de su país, rodeado de militares que le abrían paso. Procedió entonces a sentarse en la silla que no le correspondía (la del Presidente del Legislativo) como si en él se conjugasen todos los poderes públicos. Además, con la justificación más retrógrada que podría asumir alguien que busca representar los ideales del Siglo XXI: amparado “por un derecho divino”. Es decir, un Presidente Millennial, por la gracia de Dios. Dos calificativos que él mismo se ha dado.

La afrenta comenzó por la negativa del Parlamento en aprobar unos presupuesto para la seguridad. Pues, así es la democracia, un juego de negociaciones intensas que permiten la convivencia efectiva de las fuerzas políticas. Bukele es un líder atemporal que le cuesta convivir en la época que vive. Primero calificando de conservador a la misma ONU, para luego salirse con la justificación fundamentalista del derecho divino de los reyes.

Al final, tuvo que dar un paso atrás y acató la condena de la Sala Constitucional. Prometió no volver usar a los militares, pero no reconoció su error. De hecho, esperó un año para arreglar la situación a sus anchas. Y ese fue el evento de esta semana, el cual no pudo ser sorpresa para ninguno.

Hace un año concluía el artículo de la siguiente manera: para él, su país “es un niño enfermo”, así lo dijo en su toma de posesión. Y será él, el médico que deba suministrar la cura. El problema es que no es médico y la política no siempre es la mejor medicina. 

@NelsonTRangel

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